jueves, 27 de julio de 2017

La orchilla, un liquen para la Historia de Lanzarote

por Arminda Arteta Viotti


La orchilla es un liquen de la familia de las Rocellaceae que tiene una sustancia denominada orceína, de la cual se obtiene el color púrpura que históricamente se empleó en la industria tintórea. Aunque existen numerosas variedades, la más abundante en Lanzarote es Roccella tinctoria.

Crece de manera especial en los riscos costeros orientados a los vientos alisios, los cuales, procedentes del mar, le aportan las sales necesarias para su desarrollo. El Risco de Famara o los Islotes del norte han sido zonas tradicionalmente ricas en orchilla, aunque también aparece en otros lugares de Lanzarote.

La orchilla en la Historia de Lanzarote

Desde la Antigüedad, el color púrpura fue considerado un signo de distinción de los poderes políticos y eclesiásticos, siendo usado en ropajes, alfombras, cortinas o reclinatorios. Algunos historiadores sostienen que los fenicios, una vez sobreexplotado el molusco del género Múrex del que extraían el tinte púrpura en el Mediterráneo, habrían llegado hasta Lanzarote y Fuerteventura en busca de orchilla. Otros investigadores consideran que fueron los romanos quienes colonizaron y poblaron las islas con el objetivo de comercializar la orchilla, identificando así a nuestro archipiélago con las Islas Purpurarias de Plinio.

Orchilla en el Risco de Famara y orchilla y otros líquenes cerca de Peña Jendía, en Órzola.
A lo largo del siglo XIV, cuando Canarias es "redescubierta" por lo europeos, visitan la isla numerosos navegantes (especialmente mallorquines), que vienen a comerciar con los aborígenes (majos), a los que les ofrecen baratijas y alimentos a cambio de orchilla, la cual va adquiriendo buena fama en Europa debido a su alta calidad. Tanto es así que, para muchos estudiosos, uno de los principales motivos por los que Jean de Bethencourt emprendería la conquista de Canarias habría sido precisamente el hacerse con el comercio de la orchilla, pues el normando era dueño de Grainville-la-Teinturière, un feudo donde poseía numerosas fábricas dedicadas a la industria tintórea. No en vano, una de las primeras medidas que tomó Bethencourt una vez se hizo con las islas fue reservarse su exclusivo provecho, tal y como se cita en "Le Canarien", la crónica de la Conquista:
En lo que respecta a la orchilla que nadie ose venderla sin el permiso del rey y señor del país. Es una grana que le puede producir grandes ganancias.
Poco tiempo después, también la Iglesia comienza a exigir el diezmo sobre el liquen, lo que provocó el descontento entre la población, que en 1475 se rebela contra los señores de Lanzarote, Inés Peraza y Diego García de Herrera, alegando, entre otras cosas, que 
Nos toman nuestras orchillas, que siempre tratamos y cogimos nosotros como cosa nuestra y la vendíamos a cualquier persona que queríamos pagando a los Señores su quinto. De la cual orchilla éramos reparados para nuestros proveimientos y mantenimientos de nosotros y de nuestras mujeres e hijos. Y ahora los dichos Señores nos la quitan y atribuyen para sí. 
Este levantamiento terminó con el ahorcamiento de los cabecillas, cuyos cuerpos fueron arrojados al Barranco de la Horca de Teguise, que desde entonces recibe esta denominación. El monopolio de los Señores de la isla sobre la orchilla duró hasta la abolición de los señoríos por Decreto de 1811.

A pesar de ello, este liquen fue uno de los principales productos de exportación de Lanzarote hasta el siglo XIX, cuando el descubrimiento de tintes artificiales y la sustitución de la orchilla por otros productos como la barrilla y posteriormente la cochinilla hacen que vaya entrando en decadencia. No obstante, hasta la primera mitad del siglo XX continuará su recolección como una actividad complementaria y marginal, realizada por campesinos fundamentalmente.

Obtención del tinte

Para extraer el tinte era necesario lavar y secar la orchilla, molerla y mezclarla con orina disuelta en agua, a la que se le añadía potasa sosa y se cerraba herméticamente, abriéndose de vez en cuando durante varios días, hasta obtener una pasta color purpúreo. Con la orchilla se podían teñir fibras de origen animal como la seda o la lana, pero el color no era permanente, si bien es cierto que en tiempos pasados el lavado de las prendas no era frecuente.

Curiosamente, en Canarias no existe constancia del tratamiento tintóreo de la orchilla, pues la actividad se limitaba a su recogida y exportación, importándose posteriormente las telas ya teñidas.

Orchilleros recogiendo orchilla en imágenes de Lassalle de 1837, Alfred Diston a comienzos del siglo XIX y en el mapa de Bernardino Lorente en 1772 respectivamente.

Los orchilleros

La sobreexplotación y mala recolección de la orchilla (en muchas ocasiones era arrancada de raíz, impidiendo que volviera a crecer), hizo que este liquen quedara reducido a los espacios más inaccesibles, como el Risco de Famara, lo que complicaba tremendamente el trabajo de los orchilleros, que debían quedarse colgados sobre una especie de columpio de escasa fiabilidad. Sabino Berthelot lo describía así:
Suspendido sobre los abismos desafiaba los mayores riesgos para obtener la orchilla, ese preciado liquen tan buscado en Canarias. Los peligros a que se exponen nuestros enjabelgadores no pueden comparársele. La cuerda de los orchilleros no tiene nudos, sus piernas no son retenidas por ningún gancho, y una simple tabla los mantiene en equilibrio. Sentados sobre ese débil soporte, se impulsan, apoyando los pies contra los ribazos de los barrancos, para voltearse de un lado a otro. De esa forma se aseguran a los salientes de las rocas. Se fijan a los sitios que quieren explorar por medio de un corto bastón corvo. Cuando las anfractuosidades de la montaña hacen inútil el empleo de la cuerda, entonces emplean la lanza de los guanches: de una ojeada eligen el punto de apoyo y salvan todos los resaltes.
El geólogo español Hernández Pacheco también expresó en su libro "Por los campos de lava" (1907) su asombro ante las dificultades que afrontaban los orchilleros:
Era principalmente en las grietas del acantilado (de Famara) donde se hacía la mayor cosecha del preciado liquen que vegeta sólo a alturas superiores a los 300 m. A riesgo de caer al precipicio, hombres y mujeres, especialmente las últimas, buscaban entre las quiebras y salientes del altísimo paredón la tintórea planta, suspendiéndose en lo alto del risco en un palo en forma de trapecio, pendientes de una cuerda, para buscar la preciada hierba en las concavidades inaccesibles de la muralla, cual arañas colgadas de tenues hilos.
Puede consultarse completo en: Las paces

Como podemos leer de esta cita, la recolección de orchilla no fue un oficio exclusivamente masculino; de hecho, muchas mujeres e incluso niños recogían orchilla con la que ganar algo de dinero para complementar la escasa economía familiar. El escritor lanzaroteño Ángel Guerra dedicó en 1920 un cuento a las mujeres que se dedicaban a recoger este liquen en el risco de Famara, llamado "Las Paces":
Así, con riesgo siempre, afanábanse en coger orchilla las mujeres todo el día. Las que criaban, y eran las más, pues para el rudo oficio se necesitaba agilidad juvenil, dejaban arriba, á poca distancia del cantil, los niños medio abandonados, á la custodia de los perros, en cunas improvisadas en hoyos abiertos en la tierra, en cuyo fondo colocaban una azalea (...).
El investigador Ricardo Reguera, en su libro "Las indumentarias y los textiles de Lanzarote", recoge los versos que unas gracioseras cantaron a una mujer que se encontraba recogiendo orchilla en las peñas de Tao, en Órzola:
Orchillera oficio puto
quién la usa menos tiene
y quien la viene a coger
hasta la vergüenza pierde.
A lo que ella respondió:
Marinera soletina (por usar soletas)
que andas de playa en playa
engordando las sardinas
con la mierda que ‘ustés’ cagan.
Estas palabras nos indican que el trabajo de orchillera continuó vigente hasta las primeras décadas del siglo XX, aunque considerado entonces como una actividad marginal y mal vista.

En definitiva, la orchilla fue, al igual que la barrilla o la cochinilla, un producto natural de primer orden en la economía lanzaroteña, que pudo subsistir como tal a lo largo de la historia gracias al esfuerzo anónimo de unos hombres y mujeres que se jugaron sus vidas a cambio de casi nada.



Fuentes:

- PALLARÉS PADILLA, Agustín: Tres productos históricos en la economía de Lanzarote: la orchilla, la barrilla y la cochinilla, Academia de Ciencias e Ingenierías de Lanzarote, Arrecife, 2004.

- REGUERA RAMÍREZ, Ricardo: Las indumentarias y los textiles de Lanzarote, Gobierno de Canarias, 2006.

- HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Germán: La orchilla en Canarias. Implicaciones socioeconómicas, Tesis doctoral de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 2004.

- GONZÁLEZ PÉREZ, Manuel e HIDALGO SANTANA, Fernando: "Los tintes naturales en Canarias", Agricultura: Revista agropecuaria, 1992.

- HERNÁNDEZ PACHECO, Eduardo: Por los campos de lava, Fundación César Manrique, Lanzarote.