sábado, 24 de septiembre de 2022

Humboldt en La Graciosa

 por Juan Antonio García Cruz


El artículo original apareció en la revista Números (volumen 111 julio de 2022). Esta versión ha omitido el desarrollo de los cálculos matemáticos.



Esta imagen es la respuesta a una pregunta. El dieciséis de junio de 1799, a las tres de la tarde, Alexander von Humboldt desembarca en La Graciosa. Es la primera tierra que visita fuera del continente europeo. Sin embargo, cree que se encuentra en la costa oriental de Lanzarote. En la playa unos pescadores le sacan de su error: ¡No es Lanzarote es La Graciosa!

¿Cómo es que se ha equivocado?

Retrocedamos a principios de junio.

Humboldt y Bonpland han embarcado en la fragata Pizarro, correo de indias, que parte de La Coruña el cinco de junio. Destino las regiones equinocciales del Nuevo Mundo. Antes, por decisión expresa de Humboldt, la fragata hará una parada en la isla de Tenerife con objeto de subir a la cima del pico Teide.

El itinerario seguido por la fragata se muestra en la figura 1.


 

Figura1. Reconstrucción del itinerario de la fragata Pizarro desde el 5 al 16 de junio.

Las posiciones del barco se han determinado haciendo un promedio entre los cálculos realizado por Humboldt y por el capitán de la fragata Pizarro.

Según consta en su diario Humboldt anota, cuidadosamente, dos veces al día la posición de la fragata, una por la mañana y otra por la tarde. Para la determinación de la longitud en el mar utiliza un reloj marino fabricado por Berthoud. Y para la latitud un sextante. No se fía mucho de los cálculos del piloto de la fragata, pues le parece que no está muy familiarizado con los relojes marinos. El reloj marino marca la hora del Observatorio Astronómico de París. Con el reloj marino determina la hora del barco. La diferencia, horaria entre ambas lecturas, le proporciona la longitud geográfica del mismo.


Figura 2. Anotaciones de latitud y longitud en el diario, para los días 8, 9, 10 y 11 de junio.

Tanto a la salida de La Coruña como durante la travesía una preocupación importante es que no sean abordados por navíos ingleses. Conforme se acercan a las Canarias aumenta la preocupación del piloto por la posible presencia de navíos ingleses en la rada de Santa Cruz de Tenerife. Así que decide acercarse a la isla de Lanzarote para recabar información.

Dieciséis de junio, nueve de la mañana, el capitán de La Pizarro pone rumbo al Este, con objeto de acercarse a la isla de Lanzarote, no visible en ese momento. Según Humboldt se encuentran a 29º 26’ de latitud Norte. La posición del navío es incierta y temen dejar atrás la isla de Lanzarote y navegar hacia el cabo Nun en la costa de África.

El capitán de La Pizarro está muy nervioso, nunca ha estado en esta zona. Después de una amplia discusión, pide a Humboldt que determine la longitud del barco. La medición arroja 16º 53’ 35’’. Este dato le hace tomar rumbo Este. A las dos de la tarde avistan tierra. Sobre las siete de la tarde divisan una montaña hacia el Sureste. Creen que es una montaña de la isla de Lanzarote.

También creen observar la costa baja de Fuerteventura y el canal entre Lanzarote y Fuerteventura con la isla de Lobos. Luego divisan las islas de Clara y Alegranza que antes habían confundido con barcos al observarlas en la distancia desde el mástil.

Nadie ha estado antes en esta posición, según afirma Humboldt en el diario ¿Cómo ha podido reconocer con tanta exactitud las tierras por las que navega?

Siguiendo el itinerario trazado por la Pizarro nos adentramos en el archipiélago Chinijo desde el Oeste y, una vez rebasada la isla de Montaña Clara, se divisa a estribor una sucesión interminable de costa que corresponde a la isla de La Graciosa, al fondo se divisa el islote del Este y a babor y hacia el Norte la isla de Alegranza. Puedo afirmarlo porque tengo conocimiento geográfico preciso sobre el espacio que visito. Pero Humboldt era la primera vez que visitaba este espacio. Tuvo que utilizar algunas fuentes documentales para poder describir y relatar lo que observa en la realidad al cotejarlo con la información escrita.

 Humboldt lleva la carta náutica del Depósito de Cartas de la marina francesa, cuyo autor es J.N. Bellin (1703-1772) y publicada en 1753. Es una carta obsoleta. A finales del siglo XVIII existen otras cartas más precisas del océano Atlántico. Quizás debido a que Bellin había sido el primer ingeniero hidrógrafo de la marina francesa, Humboldt tenía cierta confianza en ella. Bellin había ilustrado con mapas una obra de viajes muy importante del siglo XVIII, la Histoire Générale des Voyages del Abate Prévost.

Antoine François Prévost d'Exiles (1697-1763), además es el creador del personaje Manon Lescaut[1] que inspira la ópera de Puccini. La Histoire es una recopilación enciclopédica de viajes, en 25 volúmenes, publicada en París entre 1747 y 1780. La obra tuvo una amplia circulación por los ambientes educados de toda Europa. Con toda seguridad Humboldt tuvo en su poder esa obra, no hay que olvidar que su madre era francesa y una parte importante de su educación fue francesa también.

 

Figura 3. Página inicial del tomo primero de Histoire générale des voyages.

Bellin publica en 1753 Hydrographue française, atlas marítimo para uso de la marina de guerra francesa de la que fue el primer ingeniero hidrógrafo. Humboldt llevaba en el viaje la primera hoja de la carta reducida de las costas occidentales de África, que contiene la costa de Barbaria desde el estrecho de Gibraltar hasta el cabo Bojador. Esta carta (figura 4) contiene los archipiélagos de Canarias y Madeira. Según cita en su diario es el único documento utilizado para la navegación del que dispone, salvo un derrotero portugués antiguo utilizado por el capitán de la Pizarro.


Figura 4. Carta del océano occidental de Bellin (1753).

La figura 5 amplía una parte de la carta náutica de Bellin. Esta imagen es la respuesta a la pregunta de por qué Humboldt creyó estar frente a la isla de Lanzarote cuando, de hecho, se encontraba frente a la isla de La Graciosa.


Figura 5. Posiciones relativas de los islotes del archipiélago Chinijo en la carta de Bellin.

Según se desprende del relato La Pizarro se adentra en el archipiélago Chinijo. Lo que Humboldt describe parece que se lo induce la imagen de la figura 5. Así, distingue el islote de Lobos entre Lanzarote y Fuerteventura y los islotes de Santa Clara, Alegranza y Graciosa. No dice nada de los roques, Infierno y Rocca (Roque del Este).

Cuando entra en el archipiélago, deja Santa Clara a estribor, y observa una lengua de tierra que, según el mapa, confunde con Lanzarote, cuándo de hecho es la isla de La Graciosa. A lo lejos pudo observar el roque del Este que, engañado por el mapa, identificaría con La Graciosa.

 


Figura 6. Itinerario seguido por la fragata Pizarro.

La figura 6 muestra, en un mapa actual, la posición relativa de la isla de Lanzarote, La Graciosa y los islotes del archipiélago Chinijo. Cuando La Pizarro deja a estribor la isla de Montaña Clara y avista la isla de La Graciosa cree que esta tierra corresponde con la isla de Lanzarote. También se muestra el recorrido realizado por la fragata Pizarro desde su entrada en el archipiélago Chinijo, hasta su salida, en la madrugada el 18 de junio.

En Black Swan en Paternoster Row tenían los hermanos Churchill, Awsham y John, su taller de impresión. Allí, y para un amplio número de mercaderes en libros, editaron A Collection of Voyages and Travels[2]. Una de las obras más importantes del siglo XVIII recopiladora de historias de viajeros. En el libro V, segundo libro del suplemento, presentaron por primera vez el manuscrito de John Bardot[3], A description of the Canary Islands. El texto se acompaña de un grabado mostrando perfiles de las islas desde varias orientaciones, debido a James Bardot, sobrino de mencionado John, que los realizó en un viaje al Congo en 1700 como Super - Cargo del buque Don Carlos de Londres.

Esta recopilación de viajes al igual que la anterior debida a Prebost tuvo una amplia difusión en los ambientes ilustrados de Europa durante el siglo XVIII. Así, que no es descabellado pensar que Humboldt tuvo conocimiento de ambas, pues sus viajes por Inglaterra y Francia los realizo en la época en que estas obras eran el lugar común para todo viajero.

Ya que nunca había estado antes por estos parajes, Humboldt debió inspirarse en las dos primeras vistas de la figura 7, ilustración tomada de A Collection. 


Figura 7. Perfiles de costas de las Islas Canarias en la obra de Churchill.

En la primera se delimita claramente el canal entre Lobos y Lanzarote, aunque los perfiles no se muestran desde el mismo punto de vista. Es decir, Lobos se muestra a un observador que mira en la dirección NW1/4N (Noroeste cuarta al Norte), mientras que el perfil de Lanzarote se muestra en la dirección NNW (Nornoroeste). Este tipo de ilustración de los perfiles de costa pasaran de los derroteros de navegación del siglo XVII a los libros de viajes que tanto proliferaron en el siglo XVIII. El libro de los hermanos Churchill fue uno de los primeros en publicarse a principios del siglo XVII.

La segunda vista se ha realizado observando los perfiles a cinco leguas de distancia y en la dirección SE, dirección en la que los contemplaría Humboldt la tarde del 16 de junio. Pero la nueva determinación de longitud arroja 16º 18’ 45’’ oeste de París, equivalente a 13º 58’ 45’’ oeste de Greenwich. Si suponemos que no se han alejado de la latitud medida por la mañana, sobre los 29º, estarían en una posición en la que la isla de Lobos quedaría oculta por la costa suroeste de Lanzarote. Además, la isla de Lobos vista desde esa posición quedaría confundida con la costa noreste de Fuerteventura. Así que creo que Humboldt observa los perfiles de costa y cree ver en ellos los perfiles que muestran las vistas dibujadas y mostradas en la figura 7

Figura 8. Perfiles de Alegranza, Lanzarote y Lobos en la obra de Churchill.

Llevan al pescador que les ha indicado su error al confundir La Graciosa con Lanzarote a la fragata Pizarro. Una vez a bordo y rodeado de los oficiales y del Capitán les indica que no es necesario viajar hasta Lanzarote para saber que en la isla de Tenerife no hay navíos ingleses. Así que, según Humboldt, los oficiales y el capitán, hartos de navegar por parajes desconocidos, deciden abandonar el archipiélago Chinijo y poner rumbo a Tenerife. Pero antes, les espera una desagradable sorpresa: los vientos y las corrientes imperantes les van a poner difícil la salida a mar abierto.

Se encuentran en el canal que separa La Graciosa de Lanzarote. Ponen rumbo al noreste con la intención de atravesar el canal formado por la Roca del Infierno y la isla de Alegranza. Sin embargo, la corriente les empuja fuertemente hacia el suroeste hacia el Roque del Infierno. Ya de noche, deciden virar hacia noreste entre Alegranza y Roque del Este. Justo han elegido el camino más peligroso. Navegan durante entre cinco y seis horas alrededor de este roque, siendo atraídos hacia él por la fuerte corriente. Después de una noche entera de lucha lograron zafarse hacia el amanecer del 18 de junio logran atravesar el canal entre Alegranza y Montaña Clara y navegar bordeando Lanzarote, Lobos y Fuerteventura.

En esta parte de su diario Humboldt hace una observación sobre la distancia máxima a que se puede divisar el Pico del Teide desde alta mar.

 

Figura 9. Dibujo del diario de Humboldt.

En la ilustración de la figura 9, C es el centro de la Tierra, B la posición de un observador sobre la superficie de la Tierra, A es la altura del Pico del Teide sobre el nivel del mar, r es el radio de la Tierra y a la altura del Pico del Teide. La posición B es la más alejada desde donde se puede ver el pico del Teide, desde esa posición se empezaría a divisar el pico en la distancia. En la resolución del triángulo ABC, Humboldt utiliza para la altura del Teide el valor calculado por Borda-Varela equivalente a 1904 toesas y como radio de la Tierra el determinado por Bouguer equivalente a 3442,2 millas. Con esos datos obtiene, para el arco comprendido entre B y la base del pico el valor 2º 6’. Y para la distancia a que se observaría el pico 117 millas o 39 leguas.

Varela[4] proporciona para esta distancia el valor 129 millas, mientras que son 128 para Borda[5]. De cualquier forma, se tiene que la distancia máxima ronda las 40 leguas o 120 millas.

El viaje de Humboldt continuó, por el archipiélago, hasta la rada de Santa Cruz de Tenerife, donde hizo una breve escala que aprovecho para subir al pico del Teide, antes de partir hacia el Nuevo Mundo.


Referencias

García Cruz, J.A. (2017). La carta náutica de las Islas Canarias del Caballero de Borda (1780). La Laguna: Instituto de Estudios Canarios. Universidad de La Laguna.

García Cruz, J.A. (2019). El viaje de José Varela y Ulloa por la costa de África y la Islas Canarias (1776). Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia.

Humboldt, A.: Tagebücher der Amerikanischen Reise I: Voyage d'Espagne aux Canarie ...,1799.

En:http://digital.staatsbibliothek-berlin.de/werkansicht?PPN=PPN778811522&PHYSID=PHYS_0001&view=overview-tiles&DMDID=DMDLOG_0001

Humboldt. A. Diarios publicados de Humboldt en M.A. Puig-Samper Mulero y S. Rebok: Sentir y Medir, Alexander von Humboldt en España. Ediciones Doce Calles, Madrid 2007, pp 239-262.


[1] Histoire du Chevalier des Grieux, et de Manon Lescaut  (1731)

[2] Churchill, A&J. A Collection of Voyages and Travels. Volumen 5. London 1732. Título de difícil traducción.

[3] Agent-General of the Royal Company of Africa, and Islands of America. Así citado en los créditos del quinto libro de la colección de seis, publicada por los hermanos Churchill a lo largo del siglo XVIII.

[4] García Cruz 2019, página 97

[5] García Cruz, 2017, página 74












domingo, 6 de diciembre de 2020

La investigación en paleopatología ósea y estudios de las momias guanches

por Carlos García



















Viendo el documental emitido recientemente en TVE sobre las Momias Guanches, me ha venido a la memoria una serie de vivencias personales disfrutadas hace más de 30 años y me he propuesto escribir un resumen recordatorio de lo que , algunos investigadores canarios hemos realizado en estas islas, de manera callada y muy humilde, con precariedad de tecnología y apoyos institucionales, que han servido para abrir la puerta y dar comienzo a un trabajo que hoy se presenta como espléndido al ver que, con la aplicación de estudios radiológicos de alta resolución y, muy especialmente con el uso de la genética, vamos descubriendo más y mejor a las personas que conformaron aquella sociedad primitiva, los genéricamente conocidos por guanches, en extensión a todas las islas, para conocerlos y compararlos con la actual, y poder concluir en la alta proporción de herencia mantenida a través de los siglos que hoy definen a los canarios.

En el documental, que tiene el mérito de servir de información y difusión del mundo aborigen y que sirve para, a modo pedagógico,  dar a conocer este mundo primitivo de los guanches al gran público, cosa que veo positiva, aunque mi impresión es que fue demasiado novelado y con exposiciones algo trasnochadas de lo que la historia viene contando desde hace siglos, vemos las emotivas reacciones de los especialistas participantes, los radiólogos, los médicos, los paleopatólogos, los conservadores de museos, cuando, a través de las imágenes obtenidas por el scanner de alta resolución, iban saliendo a la luz informaciones inéditas que producían un efecto embriagador en ellos. Huesos, vísceras, materiales que dan vida a seres humanos que vivieron hace cientos o miles de años y que hoy nos sirven para informarnos de multitud de cuestiones de sus vidas y patología.

Recuerdo sentir esas mismas emociones cuando, en 1989, y bajo el Proyecto CRONOS, Bioantropología de las Momias Guanches, comenzamos el estudio con distintas universidades extranjeras de varios países que, desde el Museo Arqueológico de Tenerife y con el apoyo del Cabildo Insular, concluyó, en 1992, con el I Congreso Internacional de Estudios sobre Momias.

Tuve la suerte de formar parte del Comité Científico del mismo, liderado y presidido por el Dr. Arthur Aufderheide, Profesor de Patología de la Universidad Minnesota-Duluh Campus, en el que participaron, de manera principal, el Dr. Rafael González Antón, Director del Museo Arqueológico , el Dr. Conrado Rodríguez Martín, hoy Director del Museo Arqueológico y del Instituto de Bioantropología y el recordado Fernando Estévez González, entre otros. 

 Pero, comencemos desde el principio para conocer la secuencia histórica que nos ha permitido llegar hasta donde hoy nos encontramos.

 La investigación sobre restos humanos y sobre las momias de los aborígenes canarios viene desde antiguo y han sido numerosos los científicos e investigadores que han dedicado parte de sus estudios a los mismos. El inusitado interés que desde siempre ha despertado el mundo antiguo de los pobladores de Canarias es sorprendente. Entre los investigadores extranjeros podemos recordar, entre otros muchos, a Sabino Berthelot y a René Verrnau, franceses; a Ernest Albert Hooton, norteamericano; a Ilse Schwidetzky, alemana;  a los canarios Gregorio Chil y Naranjo, Juan Bethencourt Alfonso, Juan Bosch Millares, Luís Diego Cuscoy, que aunque de Gerona, es considerado como de las islas; y a los peninsulares españoles Alzola, Barras de Aragón, Fuste de Ara y a tantos otros.

 Tras mis estudios en la Facultad de Medicina de Granada, en el año 1972 empecé a trabajar como residente del Departamento de Cirugía, en el Hospital General y Clínico de Tenerife. Allí realicé mi especialización en Cirugía Ortopédica y Traumatología y, al finalizarla, en 1975, fui contratado como Médico Adjunto en el Servicio de Traumatología y Ortopedia. Al mismo tiempo, y por imperativos legales para la obtención de dicha plaza asistencial, obtuve de manera vinculada una plaza de Profesor No Numerario  de la Facultad de Medicina, como Profesor de Clases Prácticas en la Cátedra de Patología Quirúrgica, que mantuve hasta 1987 en que, tras la promulgación de la Ley de Incompatibilidades del año anterior, cesé en mi etapa  docente de la facultad.

 Esta vinculación con la enseñanza universitaria motivó mi deseo de seguir realizando estudios de postgrado, por lo que, una vez presentada la Tesina de Licenciatura en 1975, empecé a diseñar lo que sería mi trabajo de tesis doctoral y me encaminé, desde 1980, a investigar sobre los huesos y restos óseos de los guanches. Mientras realizaba los cursos de doctorado, que fueron sucediéndose en los años siguientes, me puse en contacto con Luis Diego Cuscoy, a la sazón Director del Museo Arqueológico de Tenerife, con sede en el edificio del Cabildo Insular y le expuse mi deseo de desarrollar un estudio con el material óseo que conservaba el museo. Desde ese momento, Diego Cuscoy me prestó una enorme ayuda abriéndome los depósitos del museo, localizados en unos almacenes del antiguo edificio del Hospital Civil de Nuestra Señora de los Desamparados, y que me abría cada vez que lo precisaba en mis estudios, el bueno de Elicio, eterno ayudante de campo de don Luís en sus pateadas por los territorios insulares, que conocía mucho de cuevas, enterramientos, huesos, enseres y todo lo relacionado con la cultura aborigen, y del que también aprendí sobre el particular. En mi recuerdo las numerosas e instructivas charlas que mantuve con don Luís y el agradecimiento por conocer sus archivos personales que me fue mostrando a lo largo del tiempo que se dilataron los estudios.

Todo este entusiasmo fue alentado, entonces, por quien ostentaba en aquel momento  la cátedra de Historia de la Medicina en la Facultad de La Laguna, el Dr. Conrado Rodríguez Maffiote, que, a su vez, años antes, había sido mi Jefe de Servicio en la Sección de Traumatología y Ortopedia del Hospital.

Muchas semanas y meses pasé en aquellos depósitos, abriendo cajas de huesos y de restos, que fueron empapándome de conocimientos en aquel apasionante mundo de la paleopatología. Con medios muy rudimentarios, si echo la vista atrás y lo comparo con la enorme tecnología de la  hoy disponemos, realicé durante un par de años mediciones, búsquedas anatómicas y macroscópicas de aquellos huesos, centrándome básicamente en los fémures, hueso largo por excelencia del cuerpo humano; lo complementé con estudios radiológicos realizados en el propio hospital donde trabajaba y algunos estudios microscópicos en materia ósea, todo de forma muy artesanal y casi autodidáctica, aplicando mis conocimientos como especialista en traumatología.

Finalmente, en 1984, presenté mi tesis doctoral " Morfopaleopatología ósea del aborigen canario: estudio en huesos fémures", obteniendo la calificación de Sobresaliente Cum Laude y que fue la primera tesis doctoral de la Universidad de La Laguna basada en este tipo de estudios. Recuerdo la dedicatoria en la misma: "A mi tierra, para que el conocimiento de su pasado contribuya al engrandecimiento de su presente".  

 Inmediatamente y pocos meses después,  mi compañero Conrado Rodríguez Martín, presentó su tesis doctoral sobre "Variaciones anatómicas en cráneos prehispánicos de Tenerife", siendo la segunda tesis consecutiva referida a estudios sobre la población prehispánica de Tenerife.

A partir de ese momento se sucedieron, en los años siguientes, tesinas y tesis doctorales que continuaron el camino abierto en el estudio paleopatológico de los guanches y poblaciones aborigenes de las islas.

 En esa misma época empecé a colaborar con algunos artículos que se publicaban en los suplementos dominicales del periódico El Día y , tras una serie de ellos, relacionados con las enfermedades de los guanches, obtuve el premio periodístico "Antonio Rumeu de Armas" en 1986.

Unos años después, en 1993, el Centro de la Cultura Popular Canaria y el Cabildo de Tenerife, editaron un libro que sería un resumen de mi tesis doctoral y que se denominó Las enfermedades de los aborigenes canarios. 

Esos años, estando inmerso en esos conocimientos, supuso a nivel personal un interés aún mayor del que siempre he tenido en torno a la historia de Canarias en su más amplia vertiente. Esto condicionó el aficionarme en la búsqueda de cuevas y relacionarme con gentes conocidas en su amor y defensa del patrimonio cultural aborigen; así conocí a Fernando Massanet, magnífico pintor, y a Hermógenes Afonso, Hupalupa, a quienes en ocasiones acompañé por montes, barrancos y cañadas, y de quienes aprendí mucho, sobre el terreno, que me sirvió para comprometerme, aún más, en aquellos estudios que seguía realizando.

 Recuerdo que, conociendo aquellos mis investigaciones, me abrieron las puertas de sus casas para mostrarme una rica colección de antigüedades guanches que habían ido acumulando a lo largo de los años y que contenían una valiosa aportación del patrimonio aborigen. Era impresionante lo que allí se depositaba, hasta el punto de comentarles la necesidad de que todo aquello debería ser entregado a los museos para su conservación y exposición ciudadana. Eran tiempos algo convulsos y supe de conversaciones mantenidas por ellos con el propio Cuscoy para el depósito de las piezas encontradas, pero sin entendimientos finales. El tiempo logró que ambas colecciones fueran donadas al Museo Arqueológico y hoy se puedan admirar en salas que llevan el nombre de sus donantes.

 Fernando Massanet conocía la existencia de algunas cuevas con enterramientos y, con aquel prurito proteccionista que se poseía, no era dado a conocer la ubicación de las mismas. No obstante, en una ocasión me acompañó a mostrarme una cueva en Las Cañadas del Teide a la que entré para encontrarme con un esqueleto casi completo, sin signos de momificación, en una cueva de dificil acceso a la que se llegaba reptando con mucho trabajo por una boca estrecha.  Después de aquel descubrimiento, pude convencerlo de que diera notificación del hallazgo al Museo y contacté con los directores de entonces. Al explicarle el tema, ciertamente no mostraron demasiado interés en aquello y les sugerí la posibilidad de extraer aquel esqueleto para realizar un estudio más profundo en el Hospital General y Clínico a lo que me dieron su visto bueno.

Tras convencer a Massanet de mis deseos, finalmente accedió a extraer el esqueleto que llevé al hospital donde le  realicé una serie de estudios radiológicos. Tras los mismos, le ofrecí al museo depositarlo allí,  pero, repito, no se tuvo demasiado interés y, finalmente, con todo el respeto profundo que le profesaba Fernando Massanet a los restos humanos, de nuevo fue llevado a aquella cueva de Las Cañadas, de la que ya ni recuerdo como llegar ni donde se encontraba. Reposa en el mismo sitio donde,  hacía cientos de años, había sido enterrado.

 En 1988 se celebró en el Puerto de la Cruz el  Congreso de Patología  de la Columna Vertebral,  patrocinado por los laboratorios Pfizer, hoy tan de moda con lo de la vacuna para el Covid 19. Entonces aproveché la ocasión para, en colaboración con el propio Museo Arqueológico, realizar un pequeño stand mostrando restos óseos aborigenes de la columna vertebral y un cartel científico,  incluyendo aquel esqueleto que en ese momento estaba estudiando. En el congreso aproveché para dar unas charlas sobre la patología ósea de los guanches. Después de todo ello, retornamos a su cueva original aquellos restos como dije antes.

 Al siguiente año, en 1989, ingresé como Miembro del Instituto de Estudios Canarios con una conferencia  sobre  Paleopatología Osteoarticular de los aborígenes de Canarias. Estudios de H.L.A. en el área iberoamericana. Insistía en continuar investigando en esa disciplina que tanto me atraía.

Entonces comenzó el trabajo sobre el proyecto que se denominaría Cronos y que, como antes mencioné, motivó la realización del I Congreso Internacional sobre Momias, integrando el Comité Científico que el Museo Arqueológico y Etnográfico de Tenerife, junto con el Organismo Autónomo de Museos y Centros dirigió.  Años antes, en 1983, la Dra. Eva Cockburn, de la Paleopathology Association sentó las bases para este digno trabajo científico que dio sus primeros pasos con la visita del Dr. Aufderheider, en 1988, para conocer de primera mano el material óseo y momificado que se poseía en Tenerife. 

Este I Congreso sobre Momias, , proyectado para realizarse en 1991, fue suspendido a causa de la Guerra del Golfo por lo que tuvo que esperar hasta 1992 en que finalmente se hizo. Se presentaron 151 trabajos científicos con participación de más de 300 investigadores de 21 paises de  Sud y Norteamérica, Europa, África y Asia.

El asunto más importante del Congreso fue el estudio sobre población guanche lo que motivó realizar investigaciones sobre aquellas y que realizamos en el Hospital Universitario de Canarias, con técnicas no invasivas radiológicas, en este caso Rayos X y Tomografías Axiales Computarizadas (TAC), por lo que, del mismo modo en que demuestra el documental televisado, fueron llevadas nuestras momias, desde el Museo hasta el Servicio de Radiología, donde se efectuaron los estudios.  Fue emocionante descubrir aspectos novedosos en aquellos escaneados de las momias. El sentimiento personal que nos embargaba a todos en aquellos momentos es lo que pudimos ver en el documental. Nuevas aportaciones esqueléticas, de la anatomía, del interior de los cuerpos, de sus dientes llenaron de expectativas nuestros afanes por conocer más profundamente aquello que durante cientos de años llevaba silencioso. Con aquellos aparatajes, aún rudimentarios y sin alta resolución como hoy nos muestra la ciencia, nos dimos por satisfechos en nuestros modestos estudios; estábamos abriendo puertas para que otros siguieran el camino, como así ha sido. 

 

















En 1993 recibimos una invitación para participar en el Symposium Internacional de Momias, celebrado y organizado por la Leopold-Franzen University de Innsbruck, en Austria, tanto Conrado Rodriguez como yo mismo, con sendas ponencias sobre Patología Osteoarticular en los aborígenes canarios y sobre Conservación y estudios en las momias guanches. Allí tuvimos la maravillosa experiencia de conocer in situ a Ötzi, el Hombre de las nieves del Tirol, la momia más antigua y  conservada en Europa con más de 5000 años de antigüedad,  en torno al que se desarrolló este encuentro internacional. 

Colaboré durante algunos años con el Instituto Canario de Paleopatología y Bioantropología creado por Conrado Rodríguez, y recibí, en 1998, el nombramiento de Profesor Asociado del mismo por parte de la Presidenta del Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo de Tenerife, Carmen Rosa García Montenegro, que me llenó de orgullo y satisfacción. Para mi pesar, y dada las numerosas actividades laborales y personales que me entretenían demasiado en aquella etapa de mi vida, fui dejando de lado aquel nombramiento y, casi sin querer, con el paso del tiempo, me fui alejando del contacto con aquel apasionante mundo que siempre añoro en el recuerdo.

Desde entonces sigo en la distancia todo lo que acontece en el mundo científico y de investigación referentes a  las poblaciones primitivas de Canarias. Y lo hago sorprendido con la tremenda evolución que han desarrollado los investigadores amparándose en tecnologías modernas y avanzadas, sintiendo una emoción contenida y una sana envidia de no haber continuado en ese camino. Pero también me siento orgulloso de haber contribuido, junto a otros compañeros investigadores, aunque fuera de forma pequeña y poco importante, condicionados en la medida que aquellos tiempos nos imponía, a poner a disposición de todos,  más y mejor sobre el conocimiento de la vida, de las enfermedades y de la historia de los primitivos hombres y mujeres que habitaron este archipiélago. Siempre me he sentido satisfecho y orgulloso de esta tierra canaria y desde épocas muy tempranas de mi vida, empeñé  mi tiempo en dedicarme, paralelamente a mis estudios universitarios y posteriormente a mi profesión , a trabajar seriamente en el conocimiento del apasionante mundo de nuestra historia y nuestro pasado. Hoy quería recordar todo esto ante la emoción sentida al ver el documental sobre las momias guanches. 


domingo, 5 de julio de 2020

Pregón de San Benito Abad 2020

 por Carlos García


El viernes 3 de julio, tuvo lugar en el Teatro Leal de La Laguna el acto de la presentación del Pregón de la Romería de San Benito Abad que este año no se celebrará por la situación sanitaria que ha provocado la pandemia de la Covid19. Actuó como pregonero nuestro amigo y colaborador habitual de este blog Carlos García, médico e investigador del folklore y la historia de nuestras islas. Por su interés lo reproducimos integramente. 

Dignísimas autoridades, señoras y señores, laguneros todos....

La plaga de Justiniano, epidemia que asoló el imperio bizantino entre los años 541 y 543, afectando duramente a Constantinopla, ocasionó a nivel mundial pérdidas humanas calculadas entre 25 y 50 millones de personas. Fue una epidemia de peste bubónica considerada de las mayores de la historia de la humanidad.

La misma peste negra, la bubónica, causo pavor en el siglo XIV matando entre 45 y 70 millones de personas en el planeta, diezmando literalmente al continente europeo.
En el siglo XX, recién finalizada la Primera Guerra Mundial, la llamada  gripe española, se cobró cerca de 100 millones de víctimas mortales.

Han transcurrido cuatro generaciones para que otra grave epidemia nos afecte en la actualidad. Un nuevo coronavirus fue descubierto en China a finales de 2019, que ha causado un brote pandémico, conocido como Covid-19, así declarado el pasado 11 de marzo de 2020 por la Organización Mundial de la Salud, una enfermedad que se ha extendido por todo el planeta, con casi 9,5 millones de seres infectados y acercándose a 500.000 fallecidos.

Por esta situación este año los laguneros tendremos una Romería de San Benito diferente y especial que marcará una impronta en su largo devenir histórico; será la romería del confinamiento. Y a mí me ha tocado ser el pregonero de las fiestas, por lo que estoy muy agradecido por la invitación recibida del Ayuntamiento, sintiéndome muy honrado y feliz por estar ante ustedes, los pregonados, haciendo alusiones relativas al entorno que nos concita hoy, una de las grandes fiestas de San Cristóbal de La Laguna, la ciudad de Aguere, antigua capital de la isla,  Atenas del Archipiélago, que junto con las del Santísimo Cristo y la del Corpus, conforman las fiestas mayores de la ciudad.

Decir que proyectaré algunas fotografías antiguas, cedidas por Gerardo Guerra y por Antonio Barbero, a los que agradezco su generosidad,  que irán mostrándose a lo largo del pregón y de las que podrán disfrutar todos ustedes.  

En estas islas sabemos mucho de epidemias y de su impacto ciudadano a lo largo de la historia. Desde los años de la conquista,  existen noticias de la epidemia que afecto gravemente a los primeros habitantes: la modorra de los guanches; esta enfermedad ocasionó múltiples pérdidas humanas en los menceyatos de Taoro, Tacoronte y Tegueste.

 En el temprano año de 1506 la incipiente ciudad de La Laguna se ve afectada por una pestilencia que obligó a imponer medidas de cambios de residencias entre los vecinos que vivían en casas infectadas, trasladándolos a la zona de Geneto,  limitando por parte del Cabildo la llegada de buques a puerto. 


Pero es en 1572 cuando Aguere sufre de una epidemia grave de peste de Landres, proveniente de unos tapices orientales introducidos en la isla que llegaron desde Flandes para las fiestas del Corpus. Por ese motivo los vecinos infectados  fueron alojados en la zona debajo de la ermita de San Cristóbal,  y de "quitar los hijos de los pechos de las madres y llevarlos ausentes dellas a poner en degredo y partes apartadas", enterrando  los cadáveres en el lugar del Llano de los Molinos, dada la saturación de entierros en las iglesias, inhumando cercad de 2.000 cadáveres en una huerta al lado de la ermita. Se calculan entre 6 y 7.000 las victimas totales, más de la mitad de la población de Santa Cruz y La Laguna juntas.

Muchos habitantes laguneros abandonaron la ciudad y se trasladaron a la zona costera de Tejina y del Sauzal.

Se pusieron acciones de contención, como un cordón sanitario, para prevenir los contagios entre Santa Cruz y su puerto y la Laguna, con penas de castigos a base de latigazos o de condenas de muerte a los infractores.

Finalmente se construyó una nueva ermita en honor de San Juan Bautista y un campo santo de los muertos.

En 1648 sucedió en nuestra ciudad otro ataque epidémico, y esta vez, la peste negra, conmovió al vecindario al producirse un hecho singular en el templo de la Concepción, en un cuadro al óleo que representaba a San Juan Bautista, que sudó durante cuarenta días y que vino a considerarse un hecho milagroso  que mantuvo a raya la peste. 

Por tanto, la peste negra, o de Landres, o bubónica, fue una vieja conocida entre nuestros antepasados, que describieron los historiadores y cronistas desde Fray Alonso de Espinosa.

Epidemias de fiebre amarilla, de viruelas o de tabardillo afectaron a Tenerife en diversas épocas, debiendo utilizarse distintas ermitas para dar sepultura a las victimas, y alojar a los enfermos en los tres hospitales de los que gozaba Santa Cruz, el de Nuestra Señora de los Desamparados, el de San Carlos y el Hospital Militar, construyéndose el cementerio de San Rafael y San Roque, en 1811, para dar cabida a los enterramientos.

La Laguna sufrió numerosos fallecimientos y contagiados, hasta el punto de no poder sacar procesiones de las iglesias y realizar enterramientos de dos en dos, como nos recuerda Ana Mª Díaz Pérez y Juan de la Fuente Perdomo en su obra , "Estudios de las grandes epidemias de Tenerife".

En la Laguna se contaba ya en 1517 con tres establecimiento sanitarios: el hospital de Nuestra Señora de la Antigua, el de San Sebastián y el de Nuestra Señora de los Dolores, alguno de los cuales fueron utilizados para dar cobijo a los infectados por las enfermedades.

En 1780 un nuevo brote de viruelas afectó gravemente a la ciudad, extendiéndose con tanta rapidez que solo en un mes, el médico Carlos Yánez, tenía más de mil enfermos que atender.

Los centros sanitarios tenían la función, lo mismo que los médicos asalariados, de dar una cobertura de Sanidad Pública, con gran influencia social; eran profesionales contratados por el Cabildo para la atención benéfica de los enfermos, no solo sanitaria sino de asistencia a los más pobres y necesitados.

Desde antiguo se repite la historia. Es la Sanidad Pública, igual que hoy, la que da respuesta a las graves afectaciones de la salud. Ejemplo a mantener.

Y cambiamos a cuestiones más festivas.

En relación con el tema de los hospitales, tuvo fama popular un trabajador del Hospital de Dolores, José Abreu, por todos conocido como "el médico feo", que realizaba diversas funciones en el mismo: conserje, cuidador, limpiador y alguna que otra labor sanitaria. Muy dado a recitar coplas, improvisaba versos de cualquier circunstancia. En un juicio que se le celebró le respondió al juez sobre su identidad:

                           "Unos me llaman José
                           Y otros me llaman Abreu
                           Y otros, yo no sé por qué
                            Me llaman "el médico feo"

Y a las monjas del hospital, que le obligaban a barrer el recinto o a rezar junto a ellas en la iglesia, ante la demanda de la superiora le contestó:

                            " Yo señora, no soy vago
                              y me gusta trabajar
                              pero barrer y rezar
                              eso sí que no lo hago".

Y parte de su biografía se describe por él mismo:
                                                  
                             " Primero fui zapatero
                             y después compré un billar
                            y hoy me encuentro de portero
                            en este santo hospital".      

 Estas figuras populares laguneras  las encontramos inmersas en las fiestas de la ciudad. ¡Cuantas veces habrán  acompañando a San Benito en su romería,  en las procesiones religiosas, y en los bailes y saraos de las plazas, en las fiestas de los barrios¡

Recordamos a Domingo "el cegato",  con su capa militar al hombro, sombrero, largo bastón y gran barba, frecuentando la Plaza de la Junta Suprema.
A Panchito, forofo del Club de fútbol Hespérides como nadie:

                        "Lagunero santurrón
                         tu gritarás con Panchito
                        Anímate Hesperidito
                        que tú serás campeón"

Y a su padre, Marcos "el cojo", guía de turistas radicado  en la puerta del Hotel Aguere; y a Lorenza pelada al rape  con su cachimba, implorando " "una limosnita por el amor de Dios, mi niño";  a "Ya te cale´"; a Rafael "el loco", redondo como un barril y sus medallas colgadas al pecho, cojeando pero marcando el paso en los desfiles junto a las bandas que acompañaban a en las fiestas; a Daniel "el huevudo"  otro gran aficionado al vino al que de broma un ventero  le dio un vaso de vinagre macho diciéndole que era de vino y tras un solo trago le respondió:

                        "véndelo pronto porque se está picando un poco";

A Jeromito,  que junto con el "General Fagón", conformaban un trío peculiar sentados casi siempre en los bancos de la Catedral. Este último, cada vez que se cruzaba con don Anatolio Fuentes, ilustre general radicado en la Villa de Abajo, y para poderse tomar unas cuartitas de vino, se le cuadraba y le decía :

                        "Mi general, de general a general
                        ¿ por qué no presta cinco duros?"

Y aquel le respondía:

                        "No faltaría más, mi general
                          un préstamo entre compañeros
                          no se puede negar"

Y no olvido a Panduro con su "falta de ignorancia"; a Clementoria; a Cambalalucha y tantos otros.

Cuantas anécdotas e historias contadas por Luis Álvarez Cruz, por Leocadio Machado y tantos más.


Me gusta visualizarlos en el contexto festivo de la romería; creo que imaginarlosnos trae a la   consideración, una serie  de elementos añadidos al jolgorio, a la diversión, al divertimento ciudadano de una ciudad que también aporta personajes peculiares, cultivados, pero llenos de socarronería,  que  dejaron huella en la intrahistoria lagunera; tales como José Alayón, barbero y sacristán; al maestro Fariña, con su vocablos al vesre; a poetas como Verdugo; a Juan Penedo con sus coñas y salidas de tono; a Manuel Osuna; a Nijota; Gil Roldán; López Ruiz; Ramón González de Mesa; José Oliva, frecuentadores perpetuos de las tertulias  de las viejas tabernas laguneras, de las ventas como la de Tomás el pequeño, la capilla de San Juan Bautista, la de Antonio "Cambica", la de Antonino "el Cuijo", la de Antonio "el matancero", la de La Frangolla, la de "Serapio", el Café Central, la de "Maquila" y, como no "la Oficina":

                                   "¿Quieres clínicas de urgencias?
                                     aquí está la de Tomás
                                    Si te parece mezquina
                                    existen más por fortuna.
                                   En esta triste Laguna
                                   Hay ventas en cada esquina"

Fueron aquellos  intelectuales y liberales que se mezclaban con los nobles, y con los canónigos en una variopinta mezcolanza que, reunidos en peñas, reboticas y barberías,  departían de historias, anécdotas, vivencias  y de todo lo que acontecía en la ciudad, manteniendo vivo el patrimonio lagunero

Esta ciudad de La Laguna, ciudad muy principal, antigua y vetusta, con sus casonas palaciegas y sus jardines detrás de los altos muros, de frecuentes lluvias y verodes en los rojizos tejados, donde suenan campanas cada hora, fue lugar de gran poder e importancia al ser la sede de la capital insular, con funciones administrativas, políticas y burocráticas, junto con las episcopales, sin olvidar las culturales. 

Ciudad  tan peculiar que mantiene el nombre de su bautizo, el que le dio la laguna de agua que la conformaba, la que desapareció, secándose hace mucho tiempo y que referenció en un copla Antonio Ribot, que fue secretario del Gobierno Civil, buen escritor y novelista y que denominaba "sinapismos" y que nos recuerda Gilberto Alemán:

                                   Naranjeros sin naranjos
                                    y sin sauces, El Sauzal
                                   una Laguna sin agua
                                   ¡que tierra tan singular¡

Tiene una fiesta  que se remonta a 1532 cuando, a decir de Núñez de la Peña, al perderse los sembrados tras una larga sequía, otra de las "epidemias", no solo las sanitarias, que hemos sufrido secularmente por estas tierras, fue elegido por el Gremio de los Labradores de la comarca, el fundador de la orden benedictina, Benito de Nurcia, como patrono y abogado para mitigar la sed de los campos, elección ratificada por el Cabildo el 11 de junio de 1540 en sus Ordenanzas, señalando tres días de celebración como ya es sabido por todos: el 1 de marzo día de su santo, el segundo de Pascua de Pentecostés, cuando salió en suertes, y el 11 de julio día de su romería.

 Pero hay que situar a la ermita que lleva su nombre. Levantada en el camino que sale de la Laguna hacia la zona norte, se fecha su fundación aquel mismo año de 1532 tras la edificación de la ermita de Gracia que fue anterior. No obstante, no hay acuerdo histórico para creer que existía antes de ser nombrado San Benito como abogado y patrono de los campesinos, puesto que la esposa del II Adelantado, Inés de Herrera, consigna en su testamento de 1535, una cantidad económica para su fábrica; y en su propio  libro de fábrica, que comienza en 1777 hasta 1819, no nos sirve  en esta certeza, como bien alude María Jesús Riquelme en su trabajo sobre distintas ermitas de La Laguna. No obstante  los estudios de Pedro Tarquis nos informan de que en 1554 había concluido la obra con el altar a San Bernabé, día en que se realizó el sorteo de elección del santo, habiéndose reparada las paredes y sus cimientos, en 1640, por encontrarse amenazada por ruina.
De aspecto rectangular, con fachada cuadrada, simple y con puerta principal  enmarcada por arco de cantería roja, tejado a dos aguas en la nave y de cuatro en la capilla, es de amplias dimensiones. Una pequeña espadaña se levanta en lo alto. Su techo, dice la tradición, fue fabricado con la madera de un solo pino con artesonado típico en las construcciones canarias y posee un púlpito en el lado izquierdo de la nave, añadido en fecha más moderna, después de 1819. En el retablo mayor aparece la escultura de San Benito,  titular del templo, cuya existencia aparece reflejada en 1777 sin conocer su procedencia ni la fecha de su llegada, estimándose esta a finales del siglo XVII. Tampoco conocemos que imagen presidía la ermita hasta la llegada de la actual.

La imagen de vestir, que parece barroca,   tiene 1,2 metros de altura, y su mano derecha un cáliz con la sierpe y el veneno y en la izquierda el báculo. A la derecha aparece un cuervo con un pan en el pico. Ocupa el nicho central del retablo mayor.

Durante su historia la edificación sirvió como alojamiento de personas que huyeron de Santa Cruz  en la epidemia de fiebre amarilla de 1862; más tarde, en 1898, se destinó como alojamiento militar y fue ocupada por soldados de caballería que la convirtieron en cuadra de caballos,  sufriendo un gran deterioro.

Se encuentra una temprana referencia, en la Tazmía de 1592, a la "Calle de San Benito con sus traviesas", en la Villa de Arriba, también descrita como calle que  sale de la Concepción al camino, lo que fue la calle Empedrada, que iba desde la vieja plaza de la Antigua o Santa María la Mayor,  la actual Plaza Dr. Olivera, hasta San Benito. La habitaban 134 personas, con 23 vecinos entre ellos un tonelero, un rolero y un pescador. Entre sus casas la de las Beatas Alcorrea y la de Malgarida Silvera.

Antiguamente se denominaban romeros a los que iban a Roma, de donde deriva luego el término ir en romería .De igual modo, a los que acudían a Santiago de Compostela, se les denominaba peregrinos, e incluso a los que caminaban rumbo a la ciudad santa de Jerusalén se les llamaba palmeros. Por tanto el viaje que se hace a una ermita o santuario para agradecer favores a un santo o a una virgen, casi siempre patrones de la zona, se conoce como romería. 

 En plena primavera, al comienzo del verano, tiempo de recogida de las cose­chas, las comunidades rurales acostumbran realizar fiestas que fundamentalmente mantienen un predominio lúdico, aunque sin olvidar el substrato religioso que gira en torno al agradeci­miento de algún santo o devoción, y sobre el que se basan una serie de ritos y manifestaciones folklóricas.

Así por ejemplo en la primera veintena de siglo, la fiesta de San Benito ofrecía en la noche de su víspera la aparición de un pequeño des­file que se realizaba desde la propia plaza de la ermita con la aparición de una pareja de gigantes hechos de cañas y papel, de los que sa­lían, como escupidos, cohetes y fuegos de artifi­cios de sus pechos o brazos, cohetes que confeccio­naba Cho Juan “el foguetero”­, aquel que tenía su taller artesanal en la calle del  Adelantado, en pleno barrio. Se hacían carreras de sortijas en bicicletas, con las que se obtenían las preciadas cintas de colores; se montaban en la pequeña plaza ventorrillos, puestos de turroneras, juegos de ruletas, y los chiquillos corrían que eran la admiración de todos, chicos y grandes; y por supuesto se hacía lo más importante de la fiesta que era la procesión, y los chiquillos corrían, calle Empedrada arriba, para llegar a tiempo de atrapar alguno de los terrones de azúcar que se tiraban al aire, alrededor de la ermita, mientras el santo volvía a meterse en el interior.

Pero la romería que actualmente conocemos comienza en 1947, año que concreta Julio Torres con acierto, borrando los errores anteriores, cometidos por muchos de nosotros,  que la databan un año después.

Es por tanto,  una celebración festiva que tiene su origen en una sociedad rural, en una sociedad labradora, en este caso de La Laguna, que es la receptora y propagadora de una supervi­ven­cia, del mantenimiento de algunas tradiciones del pasado. Porque casi siempre el estrato popular de la población, mucho más que el aristo­crático o el acomodado, es el verdadero caldo de cultivo donde germina y crece, donde se conservan todas las  manifestaciones tradicionales y folklóricas de un sector. De aquí es de donde, probablemente, derive la estructura que hoy conocemos de la romería, constituyendo un cortejo popular, con las carretas, como viejos medios de transportes, con las parrandas, o grupos de romeros que caminan hacia la ermita cantando y divirtién­dose como corresponde a un día de fiesta, vestidos a la usanza tradicional, haciendo uso de la gastronomía local, y acompañándose de sus ganados en pos de obtener un beneficio sobrenatural del santo patrón o para pagar una promesa de algo recibido.


El primer presidente de la comisión de fiestas, nos cuenta Julio,  fue Virgilio Martín, que envío en su nombre y por mediación de Antonio Hernández Arrón, su secretario, un escrito al Gobernador Civil pidiendo permiso para celebrar  las fiestas y romería en 1947, además de solicitar un donativo al Ayuntamiento que no se concedió.

Empezó siendo una humilde romería que solo recorría los alrededores de la ermita y que hoy se extiende a toda la ciudad.  La primera comisión de fiestas la componía, además de los dos nombrados, los hermanos Pastor y Esteban Hernández Arrón, Ángel Álvarez, panadero, José Cañizares y Manuel Hernández.

La primera de todas consistió en agrupar a la Danza de San Diego, la de San Benito, la danza de Pedro Álvarez junto con su barco y campesinos vestidos de marineros, otro barco de San Diego, y una parranda de vecinos del barrio con unas 30-40 yuntas de ganado, propiedad de  los propios don Virgilio, don Cándido, don Cirilo Hernández, mayordomo de la ermita y otros ganaderos y campesinos del lugar. Abría la comitiva la Cruz Alzada de la Concepción y la imagen de San Benito fue llevada a hombros.

Las calles se engalanaron de pétalos de flores, con alfombras de hojas verdes y girasoles, y los estallidos de los cohetes se confundían con el bullicio, gritos y ajijides de los habitantes del barrio y los de la villa de arriba que acudían a la fiesta.


Un año después, en 1948, aparecen las primeras cinco carretas engalanadas, y el Ayuntamiento dona 300 pesetas por intercesión del Obispo Pérez Cáceres, quién anima a la comisión a pasear por toda la ciudad y se ofrece para la bendición de los animales; una rondalla del Barrio, otra de Taco y una de la Punta del Hidalgo animan la comitiva. Aparece incluso la colaboración de  doña Luisa Machado que formó parte de la organización, y que personalmente participó en las obras de teatro tradicional que hacía junto a Ángel Álvarez, en sus memorables recreaciones de diálogos campesinos, en el papel de Seña Rita o Mariquilla. Todas estas personas, laguneros de bien, son los verdaderos protagonistas y los que  sacan a la calle la romería entendi­da como la actual en los años siguientes. Se reunían, a decir de Eliseo Izquierdo, en El Comercio, tienda de ultramarinos, propiedad de Don Cirilo en la parte alta del barrio.

La participación fue aumento con el devenir de los años, añadiéndose carretas, rebaños de ganados, parrandas de música, apareciendo su primer programa festero en 1950, con aportaciones del Orfeón La Paz y el Casino, donando 1.000 pesetas el Ayuntamiento para tal fin.

Y es en 1956 cuando se produce un salto cualitativo en la Romería con una participación cuantiosa de rondallas, diversos animales como camellos, burros, rebaños de ovejas y cabras, barcos, danzas y hasta 29 carretas, con la presencia de siete señoritas representando a todo el archipiélago.

Tras el éxito de la primera romería, que sirvió a modo de ensayo y como precedente del regocijo vivido por los habitantes de la Villa de Arriba, no fue posible dejar de organizarla en años venideros, hasta el punto de ir ganando cada año en categoría e importancia, pasando de una fiesta de barrio a romería insular y más tarde a regional. En aras de enaltecer esta fiesta popular, fiesta de un barrio en las afueras del casco urbano, los promotores tuvieron la feliz idea de recabar ayuda a las familias nobles de La Laguna, incluyendo en los primeros momentos a hijas de aquellas para que formaran parte como Romeras Mayores, idea afortunada para el patrocinio económico que necesitaba el evento. Así, una de las primeras familias laguneras que acudieron en ayuda de los organizadores fue la se Monteverde-Ascanio, sumándo­se pronto otras de gran abolengo y solera. Lo mismo ocurrió con don Manuel Cerviá Cabrera, Magistrado del Tribunal Supremo, hijo de Tenerife, que aportó ayudas inestimables a la romería lagunera, motivo por el que ostentó la Presidencia de Honor de la misma.

Este auge propició que, unos años después, se incorporaran agrupaciones musicales de todas las islas que motivó calificar a la romería de Regional, en 1959, la única de toda Canarias.


Deseo referirme  a la aparición temprana en la romería al grupo de baile de las cintas, que lleva el nombre de San Diego, y que he conocido  por uno de sus actuales danzantes que ese baile data de muy viejo, ya que según el informante, lo bailaba su padre y su abuelo y sin duda fue la primera danza en salir en la festividad de San Benito. No conocemos el origen del baile pero parece ser una promesa a San Benito lo que motivó la constitución de un grupo de devotos de la zona de San Diego para organizar un baile de las cintas. Comenzaron a bailarla los hombres y siempre ha sido tradición que las mujeres no danzaran, aunque en alguna ocasión, y por ausencia masculina, han sido ellas las danzantes. Este grupo no lleva sino tamborilero y chácaras o castañue­las, no apareciendo la flauta, y ejecutan básicamente el ritmo de tajaraste, que es el único que se toca en la procesión del santo­, aunque también tienen otros toques distintos como pasodoble y la isa, desde luego de procedencia mas moderna. Se compone el baile de unos 12 danzantes, aunque también pueden ser más, y la indumentaria consiste en pantalón azul con una cinta roja a los lados, camisa blanca y lonas, y el escudo de San Diego en el lado izquierdo de la camisa.

¡Cuantas coplas populares se conocen alusivas a esta tradición festiva y lagunera¡ ....unas son  de autoría popular y otras de diferentes autores.  Hoy quiero recordar  alguna de ellas, personales, para que sirvan de expresión y recuerdo a nuestra fiesta folklórica por excelencia

           
            Es villero San Isidro
            San Benito lagunero
            Y San Pedro es del Sauzal
            San Bartolo tejinero

            Es día de San Benito
            romería lagunera
            hoy florecen más los valles
            y espigan las sementeras

            Viva Dios, Viva la Virgen
            y San Benito Patrón
            que hoy es día de romería
            ¡Viva la Fiesta Mayor¡

            En la calle los magos
            de romería
            van cantando saltonas
            con alegría.
            Muchas carretas
            y San Benito bailando
            por La Carrera

            Para la romería
            muy de mañana
            paseando en carreta
            vas de parranda
            ¡es San Benito¡
            pasa sonando una esquila
            muy despacito
           

Pregonar es publicar en voz alta una cosa para dar noticia de ello a todos, pero también es alabar en público los hechos o cualidades de un lugar, de un pueblo o una ciudad. Eso es lo que he intentado hacer hoy, pregonar estas antiguas, estas centenarias fiestas de la Romería de San Benito.    

Termino expresando el interés que todos debemos mostrar por evitar que nuestras fiestas tradicionales desaparezcan. La revitalización y el robustecimiento de ellas es primor­dial, sin querer aferrarnos al pasado e intentar copiar lo que se hacía antes, lo que se hacía de viejo.  Sin olvidar nuestras raíces, nuestro entronque primitivo, conociendo de donde provienen nuestras fiestas populares, debe­mos apostar por nuevas aportaciones, introduciendo ideas novedosas y modernas, para que la fiesta evolucione  y no se pierda con el transcurso de los años venideros.  Que no todo quede en recuerdos del pasado, en tradiciones y hechos históricos. Introduciendo aspectos novedosos estaremos aunando la tradición con el futuro.

Me despido deseando lo mejor a todos los laguneros, tinerfeños y canarios en estas fiestas que hoy arrancan. Por eso y por todo ello, San Benito, hoy te hemos pregonado.

Muchas gracias