lunes, 29 de octubre de 2012

La chercha del Puerto de la Cruz


Los canarios utilizamos en nuestro lenguaje cotidiano una gran cantidad de palabras procedentes de otros idiomas distintos del español. Nuestra tierra ha sido, desde siempre, un cruce de caminos. Aquí han dejado su huella lingüística gentes de muchas naciones. Dentro de estas aportaciones hay que señalar la presencia de palabras o expresiones inglesas que se han incorporado a nuestro acervo lingüístico. Muestras, entre otras, como naife (knife) para designar el cuchillo canario; choni (Johnny) para definir al extranjero en general; canbuyón (come buy on) para hablar de la compra y reventa de mercancía procedente de los barcos extranjeros que atracaban en nuestros puertos. Todas ellas se han hecho parte de nuestro léxico habitual.

Entre estas palabras se encuentra chercha. Proviene del inglés churchyard y se usa en las Islas Canarias para designar a los cementerios no católicos de las islas, en los que recibían sepultura los difuntos de confesiones distintas a la católica y también aquellos que la iglesia no consideraba aptos para ser enterrados en sagrado, como ateos declarados, masones o suicidas.

Quizá la más conocida de estas cherchas sea la del Puerto de la Cruz, municipio del norte de Tenerife. Está situada en la zona de El Peñón y rodeada en la actualidad por hoteles y otros edificios. El Ayuntamiento del Puerto de la Cruz conserva en nuestros días la propiedad de los terrenos que ocupa el cementerio, pero su mantenimiento sigue hoy a cargo de la Iglesia Anglicana de Puerto de la Cruz (antes Puerto Orotava) de All Saints, en el Parque Taoro.

La chercha se fundó a comienzos del XVIII, cuando la Corona española, al firmar el Tratado de Utrecht (1713), autorizó a los extranjeros de confesión no católica a tener sus servicios religiosos y sus propios cementerios. Según algunos autores, es el cementerio no católico más antiguo de España y fue instaurado por súbditos holandeses, los más numerosos por entonces en la isla. En la puerta de entrada figura la fecha de 1757.

En ella están enterrados, además de ciudadanos de origen británico, otros alemanes, daneses o noruegos. En una de las tumbas hay grabada una estrella de David, que nos habla de un fallecido de religión judía. Algunos de sus lugares de nacimiento nos indican la enorme importancia del Imperio Británico y vemos, por ejemplo, dedicatorias a ingleses nacidos en Bombay y otras en las que se especifica la profesión militar de los difuntos. Entre los nombres más conocidos aparecen algunos como los de Alfred Diston, pintor y naturalista; Peter S. Reid, vicecónsul británico; el coronel Owen Peel Wethered, patrocinador de la Biblioteca Inglesa; o James Kyd Duncam Ingram, conocido como el doctor Ingram.


En las tumbas no se ven apenas nombres en español, pero hay una, casi hundida, que llama la atención. Se trata del sepulcro de José Martínez y Esquivel, licenciado en Medicina y Cirugía que falleció en 1878 a la temprana edad de 29 años y al que, debido a su conocida filiación masónica, la Iglesia Católica no permitió su entierro en sagrado.

Según cuenta el cronista y alcalde portuense José Agustín Álvarez Rixo, "sus consocios lo enterraron en el protestante denominado la Chercha, recitándole las oraciones fúnebres del rito que usan los protestantes", acudiendo al entierro una gran cantidad de gente del lugar.

En la actualidad el cementerio anglicano muestra un aspecto algo descuidado y decadente. Ya no se celebran entierros en él, en parte por la disminución de la colonia inglesa en la isla, en parte por las facilidades que existen hoy en día para el traslado de cadáveres o simplemente por la desaparición de los criterios de discriminación religiosa que antes existían. En cualquier caso, este espacio debería ser rehabilitado urgentemente como parte de un pasado que, como canarios, también nos pertenece.




jueves, 25 de octubre de 2012

Las entrañas de la farola del mar

por Sara Felipe

Este artículo fue escrito por nuestra "artista invitada" Sara Felipe para Lo que pasa en Tenerife y es una muestra clara de que para amar el patrimonio de nuestras islas no hace falta más que interesarse por él. Dos adolescentes tuvieron la oportunidad de entrar hace años en el interior de la farola, lo que nos permite ahora contemplar estas imágenes muy poco conocidas por la mayor parte de los tinerfeños.


Ya lo dice la canción, con letra de Manuel Perdomo Alfonso: "Esa vieja farola del mar que en el puerto canario alumbró". Con más de noventa años de servicio, la farola dejó de alumbrar el 30 de junio de 1954.

Desde el 31 de diciembre de 1863, la Farola del Mar se encuentra en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife. Trasladada en varias ocasiones de lugar y con casi 150 años de historia, si la pequeña farola hablara nos contaría cientos de historias sobre cómo han crecido la ciudad de Santa Cruz y su puerto y cómo durante 30 años estuvo en un depósito de la Junta Portuaria, pese a ser todo un emblema no solo presente en la historia del Puerto y de la capital tinerfeña, sino un símbolo siempre recordado en cualquier parranda que se precie en aquellas cantadísimas letras de isa:

"Esta noche no alumbra
la farola del mar,
esta noche no alumbra
porque no tiene gas"


Hace unos días descubrí que existía una página de la Farola del Mar en la red social Facebook. Entonces recordé que en abril del año 2002, mi amigo Javi García y yo, por aquel entonces estudiantes de tercero de la E.S.O., nos fuimos a Santa Cruz, cámara en mano, para participar en un concurso de fotografía organizado por la Junta del Puerto.

 Mi amigo Javi comenzó a sacar fotos y de repente, para nuestra sorpresa, descubrimos que la farola tenía rotas las maderas de una de las paredes, seguramente como consecuencia de un acto vandálico. No nos lo pensamos ni un segundo y nos colamos por aquel hueco para acceder al interior de la entrañable farola. Con caras de ilusión y de sorpresa nos mirábamos el uno al otro, entendiendo que muchos conocen el exterior de la Farola del Mar, pero no sus entrañas.

Toda de madera y pintada de blanco, por unas estrechas escaleras accedimos a la parte más alta. La primera parada fue para asomarnos al pequeño ventanillo cuadrado y observar desde dentro aquel puerto moderno que había crecido y había hecho que la pequeña y elegante farola, pasara casi inadvertida. Una puerta metálica, daba acceso al balcón que rodeaba la hexagonal farola. Desde su interior, el techo metálico y el soporte de su bombilla nos hicieron mirar hacia el mar, y pensar en aquellos viejos barcos y sus infinitas despedidas para no volver al puerto canario que alumbró.


Aquellas fotos quedan como testigo de una "aventura" de nuestra adolescencia y, como no podía ser de otra manera, le valieron a mi amigo Javi García el primer premio en aquel concurso, aunque, sin duda, mayor premio es estar contándoles esto ahora y poder enseñarles las fotos de las entrañas de la Farola del Mar, que se encuentra en su actual emplazamiento desde abril de 1995, cuando fue entregada en un acto conmemorativo por el V Centenario de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.






lunes, 22 de octubre de 2012

El extraño crimen de Vilaflor


Al atardecer del 17 de agosto de 1840, cuando se dirigía por el camino de Granadilla a Vilaflor, a la altura del pequeño caserío de la Cruz de Juan Bello, a poco más de un kilómetro de la villa, don Alonso Chirino del Hoyo-Solórzano, VII marqués de la Fuente de Las Palmas, fue asesinado por doce enmascarados. Las pesquisas posteriores no lograron averiguar nada de aquel hecho y el expediente fue sobreseído. Un espeso velo de silencio se tendió sobre toda la comarca y ni una sola palabra salió de las bocas de los chasneros. Sólo se oía comentar: "¿Dicen que mataron al Marqués?". Y la respuesta invariable era: "Eso dicen".

Conocemos el rostro de este noble lagunero por un retrato que le hizo el gran pintor portuense Luis de la Cruz en 1815. En él aparece cuando acababa de cumplir los veintitrés años. Viste una levita negra, chaleco, camisa y cuello blancos. Destacan en el rostro los ojos oscuros y profundos, la nariz recta y los labios gruesos, destilando la imagen una aristocrática soberbia. Al morir tenía 48 años.

Para entender las causas de su fallecimiento hay que retroceder hasta el siglo XV. La comarca de Chasna pertenecía en tiempos prehispánicos al menceyato de Abona y cuando se produjo la conquista de la isla, las tierras y el aprovechamiento de las aguas pasaron a ser propiedad del capitán y regidor Pedro Soler, catalán de Tarragona, que creó un ingenio azucarero y fundó el pueblo de Vilaflor o Chasna. En 1601, un nieto suyo consiguió que se le permitiera instaurar un mayorazgo que comprendía gran parte de las tierras de lo que hoy son los municipios de Arona, San Miguel y Vilaflor.

En la plaza de San Pedro, frente a la iglesia, se levanta la casa solariega de dicho mayorazgo, en la que destaca su galería sobre columnas de piedra. Más abajo, en el barranco, pervive, aunque fuera de uso, un molino de agua también propiedad de los Soler. El presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Mechior, expresó durante una visita institucional al municipio celebrada en 2004 su voluntad de que esta institución comprara y restaurara la Casa de los Soler.

Desde el principio, las relaciones entre esta familia y los chasneros no fueron buenas. El abusivo modelo de arrendamiento en especie sin contrato permitía a los propietarios desahuciar a los arrendatarios, que se veían en tiempos de sequía condenados al hambre y la emigración.

La actitud de los detentadores del mayorazgo provocó un sinnúmero de pleitos e incluso levantamientos populares contra la familia. De hecho, los chasneros estuvieron casi doscientos años sin pagar la cuota por el usufructo de las tierras y el agua.

Con el tiempo, el mayorazgo pasó a manos de la familia Chirino Soler y en 1825, cuando Alonso Chirino heredó el marquesado de su padre, quiso recuperarlo reclamando los derechos sobre las tierras que venían siendo cultivadas por los campesinos desde tiempos inmemoriales. Una sentencia de 1833 de la Audiencia le dio la razón y cuando fue ratificada en 1840 se produjo el asesinato.

No hubo delaciones y no se supo quiénes fueron los autores. Esta especie de Fuenteovejuna tinerfeña ha sido considerada tradicionalmente como un ejemplo del carácter libre y orgulloso de los chasneros en la lucha por sus derechos, pero para el historiador Nelson Díaz Frías, autor de la Historia de Vilaflor de Chasna, los autores de la muerte fueron los representantes de la oligarquía rural chasnera, que era a todas luces la más perjudicada por la restauración del mayorazgo. Debemos pues incluir este episodio en las convulsiones que se produjeron en Canarias con la desaparición del modelo económico, social y político del Antiguo Régimen.

Todavía hoy en día, si se paran a hablar con la gente mayor de Vilaflor y sale a relucir el tema del asesinato del Marqués de la Fuente de Las Palmas, no se extrañen si les comentan: "Dicen que mataron al marqués". Tampoco se extrañen si se oyen ustedes respondiendo: "Eso dicen".

jueves, 18 de octubre de 2012

El carbonero de la playa de las Gaviotas

por Antonio Sotillo

Hoy presentamos, dentro de nuestra sección de Artistas invitados, un artículo que trata de uno de los naufragios históricos de la costa de Tenerife. Lo publicó nuestro amigo Antonio Sotillo en Lo que pasa en Tenerife en agosto de 2011.


En la pequeña espadaña de la iglesia del barrio santacrucero de San Andrés hay dos campanas. Si observamos de cerca la más pequeña, podemos leer algo que poco tiene que ver con el culto y la liturgia religiosa. Allí aparecen un nombre, Westburn, y una fecha, 1893. ¿Qué historia se esconde detrás de esta campana? Veamos.

El Westburn fue un vapor de casco metálico con dos cubiertas, dos mástiles, popa elíptica, de 34 habitáculos y con un tonelaje bajo cubierta de 3026 tm. Construido por Short Brothers de Pallion Astilleros en Sunderland, fue botado el 31 de agosto de 1893 y bautizado con el nombre de Westburn en la casa de los Westolls en Tunstall. Su nombre proviene de la unión de West (por las primeras letras de la palabra Westolls) y de Burn (por el comienzo del apellido de soltera de la señora Westolls).

Tras algunos años de navegación, el 28 de diciembre de 1916 zarpó de la ciudad más importante de Gales, Cardiff, con un cargamento de carbón mineral de 4000 tm, pero se vio forzado a entrar en Liverpool debido a una avería producida por un temporal el 4 de enero de 1916, permaneciendo en el astillero por reparaciones hasta el día 21 de enero del mismo año. Zarpó con tiempo agradable y despejado y todo fue bien hasta las 5 de la tarde del día 8 de febrero de 1916, fecha en la que este vapor avistó un extraño buque acercándose cuando se encontraba a 610 millas al NNE de Pernambuco (Recife, Brasil).

Al día siguiente el jefe de oficiales, Mr. George Wilkinson, volvió a divisar desde el puente el mismo buque de la tarde anterior, que no era otro que el crucero alemán camuflado SMS Möwe, el cual se aproximaba maniobrando hacia el Westburn situándose a 7 millas y a 4 grados a estribor. Una hora más tarde casi había oscurecido y el buque alemán comenzó a realizar señales luminosas de Morse, preguntando por el nombre del barco. Inmediatamente desde el puente el capitán del Westburn, Mr. A.T. Cambell, con su oficial respondió a dichas señales, identificándose como el jefe de un buque danés.

Una vez identificado, el buque fue autorizado por los alemanes a proseguir su travesía, pero -cuál fue su sorpresa- al cabo de unas horas, exactamente a las ocho menos cuarto, el buque alemán disparó unas salvas de aviso, obligándolos a detenerse. El capitán Campbell paró máquinas de inmediato y del crucero alemán partió una lancha hacia el barco. Subió a bordo del carbonero un oficial alemán que, después de hacer las preguntas habituales, obligó a la tripulación y oficiales del Westburn a arriar los botes y dirigirse al buque alemán. Sin embargo, el Westburn no fue hundido una vez desalojado ya que el comandante alemán tenía otra idea.


Al día siguiente se abarloó el Westburn al Möwe y se trasladó a todos los prisioneros ingleses, en total unos doscientos, que transportaba el buque alemán procedentes de los barcos que había capturado y hundido. Una vez transportados los prisioneros y con tripulación alemana pusieron rumbo al puerto de Santa Cruz de Tenerife, llegando el 22 de febrero de 1916. Al día siguiente todos los prisioneros fueron conducidos ante el cónsul británico.

Ese mismo día se sacó el Westburn del puerto de Santa Cruz de Tenerife, bajo bandera alemana pero, al ser divisado un buque británico en las proximidades (el HMS Sutlej), para evitar que fuera apresado el Westburn los alemanes lo hundieron con todo el cargamento de carbón a una milla de la costa próxima a San Andrés el 23 de febrero de 1916, desembarcando la tripulación alemana por la Playa de Las Teresitas. Fueron recibidos como héroes por la población germanófila de la isla. En los años 1942 y 1948 buzos profesionales rescataron el carbón, que sirvió para alimentar las calderas de una máquina de vapor que trabajaba en las canteras próximas a San Andrés.

Dos grabados con escenas de la aventura del Westburn publicados en una revista austriaca de 1916. Cortesía de Agustín Miranda Armas.

A una milla frente a la Playa de las Gaviotas (Long 28º30,494´N Lat. 16º 0,294´W) y a unos treinta metros de profundidad descansa para siempre el Westburn. El único recuerdo que nos queda de esta historia son sus restos sumergidos y la campana de la iglesia del pequeño pueblo de pescadores de San Andrés.

El Westburn en la publicación semanal alemana."Welt im Bild" nº56, de 15 de marzo de 1916. Foto cortesía de Miguel Ángel Yanes Luque.



lunes, 15 de octubre de 2012

¿Qué hacemos con la Mesa Mota?

En marzo de 2009, escribí un artículo en loquepasaentenerife.com en el que trataba del por entonces aún pendiente tema de qué hacer con el recién restaurado edificio de la Mesa Mota. Hoy han pasado más de tres años y el asunto sigue sin solución. Trascribo el texto tal como lo redacté entonces y al final pongo una actualización.


Este digital se hizo eco a comienzos del pasado verano del cierre por obras del acceso a las instalaciones de ocio de la Mesa Mota, una montaña ubicada en el municipio tinerfeño de La Laguna. Desde entonces, una valla impide el acceso tanto al parque recreativo como al edificio y a la explanada del monumento conmemorativo del accidente de Los Rodeos, desde donde se puede apreciar una de las mejores vistas de nuestra isla. Las perspectivas de que podamos disfrutar de todas estas instalaciones son lejanas: la terminación de los trabajos de limpieza del bosque que rodea la zona está prevista para finales de 2009. 

La Mesa Mota es uno de los referentes paisajísticos más importantes de La Laguna. Se trata de una superficie plana elevada sobre la Vega lagunera con una altura sobre el nivel del mar de 734 metros. Cubierta de vegetación, ha sido visitada desde hace siglos. Ya el naturalista francés André-Pierre Ledrú, en el viaje que realizó a la isla a principios del siglo XIX, la consideró su lugar preferido para recoger plantas destinadas a su colección botánica. Desde allí, decía, se puede divisar los campos de Tacoronte y el pico Teide "elevando su cabeza hasta las nubes". Una antigua fotografía de la montaña en 1916 nos da una idea del paisaje transitado por el estudioso francés. 

En los años cincuenta del pasado siglo, la Sociedad de Tiro de Pichón de Tenerife encargó al arquitecto grancanario Miguel Martín-Fernández de La Torre el proyecto y construcción de un edificio social y campo de tiro, así como un Hostal Residencia en la planicie superior de la Mesa Mota. Las obras se llevaron a cabo hasta 1964, año en el que se paralizaron, quedando durante muchos años sin terminar. Esta construcción es la que, con modificaciones, podemos contemplar ahora.


Abandonado a su suerte languideció, hasta que en 2001 el Ayuntamiento de La Laguna inició las obras de restauración del edificio. Según informó la prensa de aquellos días, se trataba de rehabilitarlo para convertirlo en un complejo formativo y residencial que contaría con grandes zonas, como el parque recreativo, el aparcamiento principal con 130 plazas, el recinto polideportivo, jardín exterior, piscina, aulas, restaurante, planta residencial con 19 habitaciones y sala multiusos.
Se destinaron casi 3 millones de euros al proyecto. No obstante, llama la atención que se dijera en aquel momento que se ejecutaría "independientemente del tipo de institución que acoja", como si ya desde entonces no se tuviera claro a qué funciones iba a ser destinado el complejo. Al mismo tiempo se establece la creación de un parque periurbano con varios espacios con fogones y zonas de juego. Y aquí la Mesa Mota emprendió su camino hacia, hasta el momento, ninguna parte:


  • Las obras se adjudicaron en el año 2002 a la empresa FCC, pero a finales del mismo año esta entidad solicitó un replanteo de la obra debido a la aparición de varios imprevistos en la resistencia del terreno, así como en el estado de la estructura del edificio, por lo que se tuvo que realizar un primer modificado que supuso un incremento económico del 19,8% sobre el presupuesto inicial. Este modificado se aprobó en julio de 2004 y un mes después el ayuntamiento paralizó diferentes zonas del edificio y de la urbanización en espera de la elaboración de un segundo modificado del proyecto. Pero la obra no se volvió a reanudar, lo que llevó a FCC a reclamar al Ayuntamiento la rescisión de dicho contrato y que se procediera a la liquidación de las obras realizadas hasta el momento así como a la devolución de las garantías prestadas y al pago de una indemnización que podría llegar a 839.097 euros.
  • Con todo esto, seguían existiendo dudas acerca del destino final que tendría el edificio, pues en 2003 algunos miembros del grupo de gobierno municipal anunciaron que el edificio de Mesa Mota podría destinarse a albergar una institución oficial financiada con fondos europeos, con la posibilidad de convertirse en un centro para la biodiversidad en la zona macaronésica. No obstante, el responsable de Obras, Manuel Caballero, insistió en la conveniencia de que se convirtiera en una residencia para deportistas y en un centro de rehabilitación, completándose con un restaurante "a cargo de una empresa privada para evitar más gastos al Ayuntamiento". Es decir se había invertido un dineral sin saber exactamente para qué.
  • A punto de terminar la rehabilitación, en 2006, la alcaldesa Ana Oramas explicó a los medios de comunicación que el complejo de la Mesa Mota se destinaría a centro de congresos para que la Universidad celebrara allí sus convenciones. Seguíamos pues sin una idea clara de qué hacer con la Mesa Mota.
  • El 27 de marzo de 2007, con motivo del 30 aniversario del terrible accidente de Los Rodeos, la Fundación de familiares de las víctimas de la catástrofe aérea inauguró, contando con la presencia de las autoridades insulares, regionales y municipales, un monumento conmemorativo. Se trata de una estructura de 18 metros de altura, en forma de escalera de caracol, que fue diseñado por el artista holandés Rudi van de Wint. El monumento tiene 18 metros de alto y 12 toneladas de peso.
  • En abril de 2008 la oposición socialista plantea la posibilidad de que el complejo albergue un centro dedicado a la biodiversidad, para lo que el diputado José Segura llevó a cabo gestiones en Madrid. Interpelada la alcaldesa en un pleno municipal sobre este asunto, contestó que en un breve espacio de tiempo daría a conocer cuál sería su finalidad. Hasta el momento no se ha dicho nada.
¿Qué ha sido mientras tanto de las instalaciones? Antes de su cierre se han llevado a cabo algunas actividades congresuales a lo largo de 2008, como las I Jornadas Interinsulares de Educación Ambiental organizadas por la Unidad de Educación Ambiental, Área de Medio Ambiente del Cabildo de Tenerife y el Quinto Meeting YCIC, institución canaria de jóvenes investigadores sobre el cáncer. Curiosamente, en su página web se felicitan por el éxito de la organización pese a que "el edificio no está en uso para esta actividad (ni para ninguna otra)". Siguen pasando los meses y, al parecer, no se encuentra un destino para la Mesa Mota. Da la impresión de que el problema estriba en que las actividades que se plantean para la zona son de alguna forma incompatibles: un centro de congresos al lado de un mirador con monumento conmemorativo y un parque con asaderos públicos no parecen en principio congruentes. Por lo menos, tenemos hasta finales de 2009 para elucubrar en qué va a acabar todo este asunto.

ACTUALIZACIÓN

Hoy, 15 de octubre de 2012, he vuelto a subir a la Mesa Mota para comprobar en qué estado se encuentran las instalaciones. Había leído una crónica en la prensa acerca de los destrozos causados en el edificio por nuestros vándalos descerebrados de costumbre y la crítica del concejal de la oposición de Sí se puede sobre la utilización de este espacio.

La experiencia no ha podido ser más desalentadora. Un edificio nuevo que presenta, tras sólo cinco años de su inauguración, señales inequívocas de abandono. Pero lo peor no es esto pues, pese a las repetidas denuncias de los actos vandálicos que en él se suceden, no hay ninguna medida de seguridad. Prueba de ello es que hemos podido penetrar en la casa, que se encontraba abierta, y deambular por sus pasillos sin encontrar ningún tipo de vigilancia. Allí costosos equipos eléctricos e hidráulicos están a merced de quien quiera entrar.


En los años que han trascurrido desde que escribí este artículo lo único que ha cambiado para mejor es que se abrió el parque recreativo para disfrute de la gente que sube, los fines de semana sobre todo, a hacer sus asaderos, pero seguimos con la indefinición por parte de las autoridades acerca de qué uso dar a las instalaciones -ahora se habla de una residencia de ancianos- y sigue utilizándose de forma esporádica para algunas otras actividades.

Otro ejemplo más, entre muchos, de la alegría con que se tira el dinero de los ciudadanos por parte de nuestras autoridades y de la desidia con la que se cuida el patrimonio de la ciudadanía.. Las fotografías que pongo a continuación dan fe de lo que digo.

Juzguen ustedes mismos.

Luminarias arrancadas

Cornisa metálica oxidada y ventanas abiertas.

Cajas de registro eléctricas abiertas
Otra caja de registro reventada.

Mangueras contraincendios abiertas y tiradas por el suelo.

Cristales rotos.

En la puerta trasera, una cinta azul de la Policía Local quiere cerrar el paso.

Destrozos causados por los vándalos.
Vista del interior.



jueves, 11 de octubre de 2012

La campana de Las Vegas


A unos diez kilómetros del casco urbano de Granadilla, sobre los 650 metros de altitud, subiendo hacia el monte y una vez atravesado Chimiche se encuentra el pago de Las Vegas. Unas pocas calles bordeadas de casas muy cuidadas por sus propietarios, unos bancales agrícolas abandonados en los que los pinos vuelven a sus antiguos espacios y, presidiéndolo todo, la placita con una pequeña ermita y dos árboles. Más arriba, las montañas de Guajara y Pasagirón se recortan en el cielo azul del comienzo del verano. En los días laborables nada perturba la paz de este lugar, apenas el lento caminar de una anciana que pasea por el pueblo y un silencio que lo domina todo. 

La transparencia del aire, la vegetación y la cercanía del monte convierten a Las Vegas en uno de los lugares más hermosos de nuestra isla. Sólo desentona en este lugar tan especial la visión abrumadora del cableado aéreo eléctrico y telefónico  que afea algunas calles y que debería ser corregido por el Ayuntamiento de Granadilla o por Unelco. El lugar apenas tiene 20 habitantes censados actualmente, pero se vuelve a llenar durante los meses de verano y sobre todo en las fiestas de Santa Ana y la Virgen de la Esperanza, que se celebran a finales de julio. 


Si preguntan a alguno de los residentes les contará enseguida una historia que tiene que ver con un campanario que cada año tiene más altura y una célebre danza que se baila únicamente en las fiestas. Les dirán que hace mucho tiempo un barco naufragó, que unas monjas ayudaron a los marineros y en agradecimiento éstos les regalaron la campana de la nave, que permanece colgada en un pino delante de la ermita y que año tras año se eleva a medida que el árbol crece.

Como siempre ocurre, detrás de cada piedra, de cada lugar, hay una historia que nos da una explicación acerca del cómo, de los porqués, de las causas y las consecuencias de los acontecimientos que allí tuvieron lugar. En el caso de Las Vegas, nuestra historia relaciona todos los elementos que hemos citado antes (la ermita, el árbol, la campana y la danza) en un relato coherente. Empecemos.



Tras la conquista de la isla, las tierras que rodean Las Vegas fueron cedidas por el adelantado Fernández de Lugo a su patrocinador, el duque de Medina-Sidonia, que nombró como administrador al vasco Juan de Gordejuela. Tras un pleito con el duque, quedó como dueño de los terrenos. Su familia cedió la propiedad a las monjas agustinas del desaparecido convento de San Andrés y Santa Mónica, que los Gordejuela habían fundado en Los Realejos. Una casa en la calle de Santa Ana recuerda al primitivo propietario.

En 1824 llegó a la isla de Tenerife un viejo barco de tres palos capitaneado por su propietario, Agustín Guimerá i Ramón. La nave estaba en tan malas condiciones que estuvo a punto de naufragar, por lo que Guimerá vendió toda la carga, la nave y se quedó a vivir en la isla. Natural de El Vendrell, en Tarragona, era el primer miembro de esta familia que pisaba Tenerife. Todas las ramas de los Guimerá de las islas son descendientes suyos. 



Aquí destacó como comerciante y también en política, llegando a ocupar puestos de relevancia en el Ayuntamiento de Santa Cruz y a participar activamente en el proceso de la concesión de los Puertos Francos a Canarias. Dos sobrinos suyos, huérfanos, se vinieron a trabajar con él. Uno de ellos, Agustín, se casó aquí y fue el padre del dramaturgo catalán Ángel Guimerá, nacido en Santa Cruz y que da nombre al teatro de la capital.

En 1838, amparándose en la desamortización de los bienes eclesiásticos, compró parte de Las Vegas, que hasta ese momento seguía perteneciendo a las monjas agustinas. Según el historiador Agustín Guimerá Ravina, descendiente de nuestro personaje, edificó una ermita en el pequeño núcleo de población y colgó la campana de aquel barco que lo trajo a Tenerife en el pino que ya hemos nombrado. Esa campana no es la que podemos ver hoy en el árbol, pues al parecer la antigua desapareció en un momento indeterminado, siendo sustituída por la actual. También levantó una casa que todavía se conoce como la de los Guimerá y dedicó las fincas probablemente al cultivo del tabaco, lo que se demuestra en la existencia en el pueblo de las ruinas de un secadero.



Pero también trajo de su lugar natal otra de las grandes tradiciones culturales de Las Vegas: la danza de varas. La danza de Las Vegas desciende de los Ball de Valencians o Baile de Valencianos de El Vendrell y tiene siempre siete componentes sin suplentes. Todos los danzadores proceden de la zona situada entre Las Rosas y Las Vegas y los acompaña un grupo de tocadores con guitarras, laúdes, timples y un violín. Todavía hoy en día los danzarines y los tocadores hacen un último ensayo en el patio de la antigua casa de la familia Guimerá, siempre media hora antes de salir la procesión.

Como podemos ver, la historia nos permite explicar las leyendas de un hermoso lugar de nuestra isla y anudar elementos tan dispares como un pino, una campana y un baile.


Nota: Quiero agradecer a José Mesa que me haya permitido utilizar la fotografía de los danzarines de Las Vegas que aparece en el artículo. Puedes consultar el resto en su canal de Flickr.

ACTUALIZACIÓN

En este vídeo de Youtube podemos apreciar la danza de varas de este año 2012. Fue grabado también por José Mesa a quién reitero mi agradecimiento.

lunes, 8 de octubre de 2012

El templo masónico de Santa Cruz: un edificio único.

por Melchor Padilla



En pleno centro de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, en la calle de San Lucas, se encuentra un edificio único en toda España y quizá de los más singulares del mundo. Si nos acercamos a contemplarlo podremos observar una extraña fachada en la que se aprecian elementos decorativos clásicos junto a otros, los más abundantes, de clara inspiración egipcia.

Así, veremos tras la verja de hierro cuatro esfinges que parecen custodiar las dos columnas palmiformes, en memoria de las columnas del Templo de Salomón, que se elevan hasta lo alto de la fachada para sostener un frontón que presenta en su interior la imagen de un enorme ojo radiante que parece vigilarlo todo. Es una representación del Gran Arquitecto del Universo. Sobre el dintel de la puerta principal nos recibe la imagen de un disco alado, representación del dios del antiguo Egipto Horus Behedety. Todos estos elementos tienen un marcado carácter simbólico y nos indican que estamos ante la fachada de un templo masónico, que fue sede hasta 1936 de la Logia Añaza.


La Masonería es desde el siglo XVIII una institución de carácter iniciático, filantrópico y filosófico que, según sus miembros, tiene como objetivo la búsqueda de la verdad y fomentar el desarrollo intelectual y moral del ser humano. En Tenerife, la Logia Añaza fue la más importante y de mayor duración de todas las de Canarias. Se fundó en 1895 y perduró hasta el 18 de julio de 1936, momento en que la Falange se incautó del edificio.

La necesidad de contar con un local propio para sus celebraciones hizo que se adquiriera en 1899 el solar de la calle de San Lucas y se encargara el proyecto al arquitecto Manuel de Cámara. El edificio estaba finalizado en 1904 y en una fotografía de la época vemos todavía la fachada sin enlucir. El revestimiento de ésta se realizó años más tarde, en 1921, y el acabado definitivo presenta algunas variaciones con respecto al proyecto inicial, como el añadido de las ya citadas esfinges.


Una vez que hemos accedido a su interior nos encontramos con un vestíbulo o salón de los Pasos Perdidos que sirve de distribuidor y que conduce a la Sala de Tenidas, lugar donde se celebraban los rituales masónicos. En la actualidad, esta sala (que conserva el suelo original ajedrezado) ha perdido las pinturas que decoraban sus paredes y todos los elementos simbólicos, quedando únicamente las gradas que permitían acceder al Oriente, donde se situaba la presidencia de la logia.

Una fotografía antigua nos permite conocer cómo era la estancia en su mejor época, con el suelo ajedrezado, las columnas que flanquean la entrada, el ara de los juramentos, el estrado principal, el pendón de la Logia... Especial mención hay que hacer de la cámara de reflexión, donde los que iban a ser iniciados pasaban las horas previas a la ceremonia. Se trata de una cueva o tubo volcánico desde el que se podía acceder a la Sala de Tenidas.

Tras la sublevación de Franco se produjo en las islas, con carácter inmediato y antes que en la Península, la ilegalización de la masonería y la incautación de todos sus bienes. Como ya hemos dicho, el edificio se convirtió en sede de la Falange pasando con posterioridad a ser propiedad del Ejército, que lo dedicó a sede de Farmacia Militar hasta su cierre en los años 90. En 2001 fue adquirido por el Ayuntamiento de Santa Cruz y desde el primer momento se planteó la necesidad de su restauración, para dedicarlo a futura sede de un museo y centro de estudios sobre la masonería.

A finales de 2007, el Gobierno de Canarias lo declaró Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento, pese a lo cual la única medida tendente a su conservación ha sido incluir en el Fondo Estatal de Inversión Local, dentro del conocido como Plan E, una partida de 74.988,38 euros para proceder al trastejado del edificio.

A lo largo de estos años de propiedad municipal ha existido una enorme desidia en la conservación del edificio, lo que ha provocado un gran malestar entre sectores de la política y la cultura locales. Se han producido en este tiempo episodios tan extraños como que, a instancias de la Concejalía de Patrimonio del Ayuntamiento de Santa Cruz, se llegara a discutir en el Consejo del Patrimonio Histórico de Canarias la posible pérdida del título de Bien de Interés Cultural para poder ejecutar en su interior una serie de obras de reforma que desvirtuarían sus características originales. Se trataba de impedir, además, que el templo fuera vuelto a utilizar por los masones para el fin que fue construido.

El edificio debe ser conservado a toda costa, pues, como declaró al periódico El Día el profesor de Historia del Arte de la ULL Alberto Darias Príncipe, "tiene un valor excepcional no sólo a nivel local, sino nacional e internacional". "En España no hay un solo edificio con su grandiosidad, belleza y perfección". Según él, "estamos hablando de una pieza única" no sólo arquitectónicamente, sino también por su carácter ritual.