miércoles, 30 de agosto de 2017

De gofio, amores y otras historias.

por Melchor Padilla


A mi amigo Carlos García que tanto sufrió para desentrañar este misterio.


No fue hasta la 15ª edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española de 1925 que se aceptó, junto con otros canarismos, la palabra gofio que así pasaba a formar parte oficial de la lengua española. Pero este vocablo que designa un alimento que heredamos de nuestros antepasados de las islas y que fue parte fundamental de la dieta de los canarios hasta tiempos muy recientes ¿cuándo aparece por primera vez en un documento escrito? Nos cuenta el historiador Leopoldo de la Rosa Olivera que el documento más antiguo en el que se menciona expresamente el gofio es en el testamento e inventario de los bienes de uno de los conquistadores de las islas, redactado en 1513. Es en las últimas voluntades de Gonzalo del Castillo en donde se incluye una prolija relación del ajuar doméstico de su casa de La Laguna y donde se citan "unos molinillos de gofio". La pregunta surge inmediatamente, ¿por qué esos instrumentos aborígenes en casa de un conquistador?. Veamos.


Nuestro hombre había nacido en Valladolid en fecha que desconocemos.  Conquistador de a caballo de Tenerife, forma parte de las tropas enviadas por el duque de Medina Sidonia en auxilio de Fernandez de Lugo tras la derrota de Acentejo y recibe en 1495 de este, todavía sin dar por terminada la conquista de Tenerife, el nombramiento de fiel ejecutor de la isla de Tenerife; es decir, se le encarga, "agora e después de ganada" la isla, del control de los pesos y medidas exactas con que habían de venderse las cosas "tanto en las carnicerías como en las pescaderías de lo fresco e salado".  

Los reyes, antes de 1501 y como premio a su participación en la conquista del Reino de Granada, le habían dado un total de 160 fanegas de tierra  en la villa de Iznalloz en Granada. Al ir a tomar posesión de la tierra se encontró que todo estaba repartido, por lo que pidió que, a cambio de aquellas, se le otorgaran en cantidad similar en la isla de Tenerife. Así lo ordenará la reina Isabel en Granada, el 8 de mayo de 1501, mandato que será cumplimentado por Lugo y que se hará efectivo al retornar Castillo a la Isla y recibir las correspondientes tierras en repartimiento en Los Realejos y en La Orotava en 1505. Así dice el Adelantado:
Por quanto vos Gonzalo del Castillo, fiel executor e vezino e conquistador de la dicha isla de Tenerife, que sois presente, servisteis a los dichos Señores Reyes progenitores de Su Alteza la reina doña Juana, nuestra Señora en la conquista de la dicha isla de Tenerife [ ... ] por aver sido e oy ser vezino e poblador de la dicha isla, con toda vuestra casa, muger e hijos e esclavos (...)
Labrador, con ganado vacuno y menor de cabras, ovejas y puercos, fue asimismo nombrado en 1509 hacedor de las rentas y diezmos de la orchilla en las islas realengas, -Gran Canaria, Tenerife y La Palma- pero sobre todo se dedicaba a comerciar y representar los intereses de terceros. Ejerciendo uno de estos cometidos falleció en el Real de Las Palmas en 1513.

Pero hay otro aspecto de nuestro personaje que merece nuestra atención. El poeta Antonio de Viana convierte a Gonzalo del Castillo en uno de los protagonistas del Canto V de su obra Antiguedades de las Islas Canarias. En él se narra el encuentro y enamoramiento entre nuestro castellano y la princesa Dácil que era la supuesta hija del mencey Bencomo de Taoro.

La mayoría de los investigadores niegan todo valor histórico a una figura que para muchos es meramente literaria. Incluso la etimología de su nombre es totalmente ajena al léxico guanche. El conocido como "Mito de Dácil" hace considerar a esta como un símbolo de la cultura indígena canaria, según algunos, o de isla misma para otros. Desde este aspecto mítico, Viana concibe una bella historia cuya interpretación no puede ser otra que la unión de los dos bandos, castellano y guanche, a través del amor y quiere ofrecer una imagen de la sociedad insular como cruce de dos culturas. Como afirma Alejandro Cioranescu:
 "El idilio de Dácil no es una imposibilidad material. Sabemos, por el contrario, que los matrimonios mixtos, entre conquistadores y jóvenes guanches, fueron más bien numerosos. Pero la posibilidad no significa realidad: hubo matrimonios mixtos, sin que hubiera princesa Dácil que conozcamos. Se trata de una ficción representativa, simbólica y, como todos los símbolos, no corresponde a un hecho concreto, sino a una serie de hechos. Lo que importa es que para los canarios, incluso para los que no han leido el poema y quizá no saben nada de ia existencia o dei nombre del poeta, Dácil es una sombra poética proyectada sobre todo su pasado misterioso, un recuerdo que parece que nació de sus entrañas." 
Entonces, ¿que hay de verdad en esta historia? Sabemos por Leopoldo de la Rosa que cuando recibe sus datas en 1505, Castillo estaba casado pero no sabemos con quién. El historiador supone que su primera esposa puede haber sido guanche y, aunque no tenemos confirmación de este extremo, es posible que se trate de Isabel del Castillo. Su segundo matrimonio ya está más documentado. En 1509 se casa con Francisca de Tacoronte, de la familia de los menceyes de ese territorio, con quien tuvo dos hijos. En uno de los pasajes de su testamento encarga Gonzalo del Castillo a quien lo haga efectivo que “mire e honre mucho a la dicha Francisca de Tacoronte, mi mujer”. Es posible que en este enlace esté el origen del mito de Dácil y del Castillo que nos relató Viana. Dice de la Rosa:
Podemos preguntarnos a quién de sus mujeres quiso presentar el autor de las Antiguedades bajo el nombre, posiblemente sólo poético, de Dácil. Cuando Viana escribió su obra estaba vivo el recuerdo de un Gonzalo del Castillo, conquistador destacado, que había estado casado con una guanche de la familia de los menceyes. La de memoria más cercana y que reunía estas circunstancias era Francisca de Tacoronte, y ésta creemos debió ser en la que se fijó, es posible que sin saber ni su nombre, el poeta, que con estos elementos construyó uno de los cantos más bellos del poema.
Y para responder a la pregunta que nos hacíamos al principio, ¿cómo no iba a haber molinos para elaborar gofio en el hogar de una mujer guanche?