jueves, 2 de agosto de 2012

A pure cup of rich Canary wine...

“Pero ese que más
convence a mi musa y a mí
es una copa pura de buen
y rico Canary”
Ben Jonson, poeta y dramaturgo inglés

A la entrada de Garachico, en la avenida que da al mar, hay un monumento rematado por la figura de un personaje, de estética algo Crumb, cubierto con un extraño sombrero y que porta un pequeño tonel en los brazos; a sus pies, otros dos tonelitos con aspecto de rotos. Debajo de todo, la proa de un navío surca las olas. Tiene en total siete metros de altura y fue esculpido en mármol de Carrara por el escultor grancanario Luís Alemán Montull en 1996. Si nos acercamos, podremos leer una inscripción que empieza diciendo: "Una noche de 1666 torrentes de vino corrieron por Garachico...". El monumento lleva por título El motín del vino y hace referencia al hecho histórico que conocemos en Tenerife con el nombre de Derrame del vino. Vamos a ver qué historia se esconde tras este conjunto conmemorativo.

El vino siempre ha tenido una gran importancia en nuestras islas, especialmente en Tenerife. Cuenta la tradición que las primeras viñas de la isla fueron plantadas por un portugués, Fernando de Castro, en el año 1.497, pero el despegue de la producción vinícola se produce en el siglo XVI, en el momento en que comienza la crisis del comercio del azúcar como consecuencia de la competencia americana.

Aunque desde el principio se introdujeron gran parte de las variedades que hoy conocemos -listan, albillo, gual, negramoll…- la que alcanzó más fama en aquellos tiempos fue la malvasía, cuyas primeras cepas fueron traídas desde Candía, la actual isla de Creta. Esta variedad permitía elaborar unos vinos, secos o dulces, de alta graduación, generosos, que los comerciantes ingleses transportaban a Inglaterra, donde eran muy apreciados. Eran conocidos como canary malmsey o, simplemente, canary. Fue tan importante su presencia en la sociedad inglesa de la época que dejó multitud de referencias en su literatura.

El profesor Bethencourt Massieu, en su trabajo Canarias e Inglaterra: El comercio de vinos (1650-1800) establece que en toda Canarias la producción vinícola en la segunda mitad del siglo XVII debía de ser de unas 30.000 pipas, de las que la isla de Tenerife producía unas 20.000, la mitad de malvasía; es decir, Tenerife exportaba anualmente más de cuatro millones y medio de litros sólo de esta variedad. Las islas se llenaron de comerciantes británicos y el auge de la demanda hizo elevar los precios. Esto produjo un desequilibrio de la balanza comercial que perjudicaba a los ingleses.

Éstos reaccionaron con dos medidas: la primera, las Actas de Navegación, obligaba a todos los mercaderes a transportar los productos a la metrópoli, que se convirtió así en un enorme depósito de mercancías que desde allí serían distribuidas, lo que elevaría muchísimo el precio de los productos. Sólo se exceptuaban los artículos provenientes de Portugal, lo que significó el auge de los vinos de Madeira y Azores y, por lo tanto, la decadencia del canary. La otra medida fue la creación de la Compañía de Monopolio, que tenía como objetivo la explotación exclusiva y el monopolio del tráfico con las islas lo que se traducía en la facultad exclusiva de exportar los productos ingleses al Archipiélago e importar los canarios hacia Inglaterra y sus dominios.

Como ocurre con todos los monopolios, impusieron unos precios al vino muy bajos, mientras se elevaban los de los productos ingleses que traían. El malestar de la población tinerfeña fue en aumento y comenzaron las protestas ruidosas y, a fin de presionar para que se restableciera el comercio en condiciones normales, los cosecheros decidieron no vender. En el año 1666 empezó una gran agitación social en la isla, pues el Capitán General se puso del lado de los monopolistas, mientras que la audiencia, municipios y opinión pública se oponían a ellos. Comenzaron los incidentes, sobre todo en La Orotava y Garachico.

A este puerto llegó una embarcación con el objeto de embarcar malvasía. A pesar de las prohibiciones, la necesidad de vender era mucha, pero en la noche del 2 al 3 de julio de 1666, según nos cuenta Viera y Clavijo, un grupo de entre trescientos y cuatrocientos individuos enmascarados "violentaron las puertas de las bodegas, destruyendo luego los toneles y barricas llenas de vino, derramando sus contenidos, formándose arroyos en las calles". Este acontecimiento, el Derrame del vino, es catalogado por el mismo Viera como "una de las inundaciones más extrañas que se pueden leer en los anales del mundo".

Molesto por esos acontecimientos, el rey de Inglaterra, Carlos II, ordena "que ningunos vinos, ni otras manufacturas o mercancías (…) de las Islas de Canaria (…) entrarán de hoy en adelante en este nuestro Reino". A partir de ese momento, el comercio del vino entra en irremediable declive, del que no volvió a recuperarse.


 Hoy, pasados los años, la viña vuelve a ser un cultivo en auge y el malvasía ha vuelto a renacer con fuerza en Lanzarote, La Palma y, también, en Tenerife, por lo que podemos atrevernos a soñar con que este gran vino canario vuelva a ser reconocido en todo el mundo.

Así que sírvase una copa de un buen canary de las islas y disfrútelo. Está bebiendo Historia.

2 comentarios:

  1. muy interesante melchor!,lo habia fotografiado en varias ocaciones sin saber lo que tu relatas, la proxima foto sera distinta.gracias!saludos

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  2. Me alegro mucho de que te haya gustado, Vicky. El objetivo de este blog es dar a conocer esos sitios de los que muchas veces ignoramos casi todo. Haz nuevas fotos con nuevo espíritu que tú eres buena fotógrafa. Un beso.

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